Buenismo edulcorado

Publicado el 05 diciembre 2015 por Franky
Sufrimos larga crisis, pero no una, sino cuatro: la económica, la moral, la política y la sociocultural. Campea el relativismo moral, la superficialidad, el ludismo, la incultura y el buenismo; esos buenistas son los llamados por algunos "tontos útiles" y por Luis del Val los "tontos contemporáneos"; esa gama de tontos lúdicos favorece ciertas actitudes inducidas por las deidades preceptoras de la ignorancia y de la idiotez; y también útiles, los que dan culto a los ídolos de la vacuidad de cultura y de educación humanas, la cual aboca al suicidio de la entidad social. Esta lamentable situación tiene su raíz en la creación de las Autonomías; la cesión de las competencias educativas dio origen a diecisiete nefastos sistemas educativos distintos, lo que ocasionó en España el fracaso escolar del 22%, el doble de la media de la UE, el enorme vacío cultural, la indigencia intelectual, la inconsistencia humana, la grosería campante y, en fin, el infructuoso y abultado gasto del erario. Como también fue un error repartir las competencias de Sanidad, Justicia, Hacienda y Economía, además del cobro de impuestos. La gente no se quiere enterar, y, para no pensar y pasar de lo problemático, se acoge a términos edulcorados y edulcorantes, vocablos y frases políticamente correctos. ¡Cuánta necedad y qué honda trivialidad de la nada!

La indolencia y la necedad pueden volcarse en la tergiversación y en actitudes fanáticas; sus costumbres y modos de vida se caracterizan por la superficialidad y el ludismo, su interés se centra en el "pasarlo bien", de ahí , la negativa a cualquier esfuerzo, siempre que el esfuerzo no sea divertido; incapaces de leer un libro que requiera cierta atención. En realidad, pensamos, incultos y analfabetos existieron siempre; la diferencia con el presente reside en que en siglos anteriores poco podían influir los iletrados, mientras que en la democracia moderna son ellos con su voto, quienes, muchas veces, deciden; cada vez más numerosos, tienen una influencia decisiva sobre las élites políticas, y además, poseen poder infeccioso con su estulticia contagiosa; hace unos días, la consejera de Educación de la Junta Andaluza ponía como modelo educativo para su feligresía regional, no el nivel de Finlandia, sino el de las tribus negras de África y su presunto igualitarismo en la escuela. El fatuo buenismo acampa y se nutre en Google; y no hace mucho en Cádiz, Arcadi Espada calificó de «ciénaga», «tweets analfabetos» y «ruido circundante» las muestras circulantes por las redes sociales. Sin duda, no se trata de «demonizar» el enorme avance que ha aportado Internet, sino de denunciar, resaltar la indolencia del mecanismo utilizado por los tontos bonistas en su expansión y desahogada expresión.

Tras largo tiempo de exaltación de la pluralidad, tolerancia y progreso, observamos que Europa vuelve su mirada al pasado, a un tiempo de certezas y seguridades, en que todo parecía más cierto y firme. Esos infernales atentados de París han provocado esa sensación, ya sentida, de retroceder al tiempo pasado, en que nos veíamos protegidos y confortados por nuestro Estado e Instituciones. El futuro se ha convertido en enigmático y el pasado, por el contrario, nos brinda la seguridad que añoramos; hemos ido aceptando como hechos contundentes muchas naderías que ahora se han desmoronado; así es que ya comenzamos a pagar ese insulso desprecio por el valor del sacrificio, del trabajo y del esfuerzo en lo referente al modo de afrontar la vida.

C. Mudarra