La palabra bulevar, la misma que da título al libro, aparece en varios relatos de una forma precisa y oportuna. También es la sensación que tiene el lector al recorrer el libro. La de ir paseando por un bulevar desde el cual contemplar vidas cotidianas y a la vez fantásticas. Con un estilo cristalino y depurado, Javier Sáez de Ibarra nos ofrece unos cuentos que apenas arañan la superficie de lo que quieren mostrar. Son situaciones comunes que, de algún modo, consiguen salir del tiempo y del espacio que se les ha asignado para permanecer en la memoria del lector. Más que la estructura típica del relato consistente en planteamiento, nudo y desenlace, el autor consigue ofrecer unas pinceladas tenues de lo que quiere mostrar, de un detalle del cuadro, el cual ha de imaginarse el lector. No en vano es aficionado a la pintura. No hay nada inocente ni inocuo en este libro. Ni el vecino que alarga las vocales al hablar, ni la lista de boda que nos ofrece una pareja, ni la visita a un padre en un suburbio. En todos estos relatos late el pulso amenazante de una cotidianidad que se extiende entre lo normal y lo milagroso. Aparte de eso, el autor recurre a una suerte de recursos para conseguir una intencionalidad. Desde la comparativa del texto que ofrece a los estudiantes las diferentes versiones de un libro de texto, hasta una tarde de compras narrada al estilo barroco. Los personajes que desfilan por sus páginas nos resultan a la vez familiares y extraños. Javier los enmarca en situaciones cotidianas que todos conocemos perfectamente y los deja desenvolverse para que veamos su comportamiento, su naturalidad en la que siempre hay una pizca de malicia, de deseo, de incomprensión. La lectura de Bulevar perdura en el tiempo. Tras su lectura, es difícil salir de ese universo tan detallado en algunos aspectos y tan borroso en otros. Es un libro en el que tal vez sea más importante lo que no se cuenta, lo que ocurre tras la puerta por la que ha escapado la hija hacia su habitación o en esa llamada de teléfono cuando estamos viendo la televisión. Los cuentos que escribe Javier con gran maestría pueden parecer independientes, pero están recorridos por un hilo de alta tensión que hace que el lector se enfrente a una atmósfera eléctrica e inquietante en la que todo puede suceder. Por ello, dos de los cuentos más perturbadores aparecen al final, en lo que el autor ha denominado en el índice, Versión Extendida. Un libro de relatos discreto, que tal vez no levante ruido en el mercado, pero que sin duda, dejará una huella profunda en todo aquel que lo lea. Y en todo aquel que no pueda olvidar su lectura.
El ganador del I Premio Internacional Ribera del Duero nos ofrece una colección de relatos con latido propio.
La palabra bulevar, la misma que da título al libro, aparece en varios relatos de una forma precisa y oportuna. También es la sensación que tiene el lector al recorrer el libro. La de ir paseando por un bulevar desde el cual contemplar vidas cotidianas y a la vez fantásticas. Con un estilo cristalino y depurado, Javier Sáez de Ibarra nos ofrece unos cuentos que apenas arañan la superficie de lo que quieren mostrar. Son situaciones comunes que, de algún modo, consiguen salir del tiempo y del espacio que se les ha asignado para permanecer en la memoria del lector. Más que la estructura típica del relato consistente en planteamiento, nudo y desenlace, el autor consigue ofrecer unas pinceladas tenues de lo que quiere mostrar, de un detalle del cuadro, el cual ha de imaginarse el lector. No en vano es aficionado a la pintura. No hay nada inocente ni inocuo en este libro. Ni el vecino que alarga las vocales al hablar, ni la lista de boda que nos ofrece una pareja, ni la visita a un padre en un suburbio. En todos estos relatos late el pulso amenazante de una cotidianidad que se extiende entre lo normal y lo milagroso. Aparte de eso, el autor recurre a una suerte de recursos para conseguir una intencionalidad. Desde la comparativa del texto que ofrece a los estudiantes las diferentes versiones de un libro de texto, hasta una tarde de compras narrada al estilo barroco. Los personajes que desfilan por sus páginas nos resultan a la vez familiares y extraños. Javier los enmarca en situaciones cotidianas que todos conocemos perfectamente y los deja desenvolverse para que veamos su comportamiento, su naturalidad en la que siempre hay una pizca de malicia, de deseo, de incomprensión. La lectura de Bulevar perdura en el tiempo. Tras su lectura, es difícil salir de ese universo tan detallado en algunos aspectos y tan borroso en otros. Es un libro en el que tal vez sea más importante lo que no se cuenta, lo que ocurre tras la puerta por la que ha escapado la hija hacia su habitación o en esa llamada de teléfono cuando estamos viendo la televisión. Los cuentos que escribe Javier con gran maestría pueden parecer independientes, pero están recorridos por un hilo de alta tensión que hace que el lector se enfrente a una atmósfera eléctrica e inquietante en la que todo puede suceder. Por ello, dos de los cuentos más perturbadores aparecen al final, en lo que el autor ha denominado en el índice, Versión Extendida. Un libro de relatos discreto, que tal vez no levante ruido en el mercado, pero que sin duda, dejará una huella profunda en todo aquel que lo lea. Y en todo aquel que no pueda olvidar su lectura.
La palabra bulevar, la misma que da título al libro, aparece en varios relatos de una forma precisa y oportuna. También es la sensación que tiene el lector al recorrer el libro. La de ir paseando por un bulevar desde el cual contemplar vidas cotidianas y a la vez fantásticas. Con un estilo cristalino y depurado, Javier Sáez de Ibarra nos ofrece unos cuentos que apenas arañan la superficie de lo que quieren mostrar. Son situaciones comunes que, de algún modo, consiguen salir del tiempo y del espacio que se les ha asignado para permanecer en la memoria del lector. Más que la estructura típica del relato consistente en planteamiento, nudo y desenlace, el autor consigue ofrecer unas pinceladas tenues de lo que quiere mostrar, de un detalle del cuadro, el cual ha de imaginarse el lector. No en vano es aficionado a la pintura. No hay nada inocente ni inocuo en este libro. Ni el vecino que alarga las vocales al hablar, ni la lista de boda que nos ofrece una pareja, ni la visita a un padre en un suburbio. En todos estos relatos late el pulso amenazante de una cotidianidad que se extiende entre lo normal y lo milagroso. Aparte de eso, el autor recurre a una suerte de recursos para conseguir una intencionalidad. Desde la comparativa del texto que ofrece a los estudiantes las diferentes versiones de un libro de texto, hasta una tarde de compras narrada al estilo barroco. Los personajes que desfilan por sus páginas nos resultan a la vez familiares y extraños. Javier los enmarca en situaciones cotidianas que todos conocemos perfectamente y los deja desenvolverse para que veamos su comportamiento, su naturalidad en la que siempre hay una pizca de malicia, de deseo, de incomprensión. La lectura de Bulevar perdura en el tiempo. Tras su lectura, es difícil salir de ese universo tan detallado en algunos aspectos y tan borroso en otros. Es un libro en el que tal vez sea más importante lo que no se cuenta, lo que ocurre tras la puerta por la que ha escapado la hija hacia su habitación o en esa llamada de teléfono cuando estamos viendo la televisión. Los cuentos que escribe Javier con gran maestría pueden parecer independientes, pero están recorridos por un hilo de alta tensión que hace que el lector se enfrente a una atmósfera eléctrica e inquietante en la que todo puede suceder. Por ello, dos de los cuentos más perturbadores aparecen al final, en lo que el autor ha denominado en el índice, Versión Extendida. Un libro de relatos discreto, que tal vez no levante ruido en el mercado, pero que sin duda, dejará una huella profunda en todo aquel que lo lea. Y en todo aquel que no pueda olvidar su lectura.