Del mismo modo, es también falso y tergiversado que los inmigrantes sean los culpables de todos los males que padecemos como colectividad. Ni la delincuencia ni el desempleo ni el deterioro de los servicios públicos son debidos a ellos, como proclaman los que exigen vallas, muros y ejércitos en las fronteras para “impermeabilizar” nuestro país de quienes huyen del hambre, la miseria o las guerras. Mientras los que se dedican extender bulos que criminalizan hasta a los menores sin familia confinados en centros de acogida, propalando el odio al migrante, el Jefe del Estado, a la sazón rey de España, durante los actos celebrados en Jerusalén por el 75º aniversario de la liberación del campo nazi de Auschwitz (Polonia), donde fueron exterminados 1.300.000 personas, pedía al mundo entero, lo que incluye a nuestros “puristas” raciales, que había que “poner coto al odio, la xenofobia y el racismo”. Entre lo expresado por el rey Felipe VI y lo sostenido por esos negacionistas de la diversidad, existe la misma distancia que entre la realidad y la mentira. Sin embargo, se empeñan los xenófobos en manipular los hechos para intentar convencer a los ingenuos de que limitando libertades y recortando derechos ganamos seguridad, necesaria para “resolver” un problema que en realidad no existe, el de la migración. Al contrario, los inmigrantes representan una oportunidad. Es lo que declara el flamante ministro de Seguridad Social y Migraciones al asegurar que, sin una media de 270.000 migrantes anuales, de aquí al 2050, no se podrá garantizar el sistema público de pensiones, debido al envejecimiento de la población. La realidad vuelve a desmentir a los populistas xenófobos, quienes, no obstante, no dejan de irradiar el miedo y el odio para ganar adeptos a sus mentiras, bulos y falsedades. Y conseguir votos, a costa de pisotear los Derechos Humanos. ¡Ni la mujer ni el inmigrante merecen respeto como personas!
Rechazan la pluralidad y la diversidad existente en la sociedad como reniegan del cambio climático. Va en contra de sus intereses y del capitalismo mal entendido. Que no se pueda explotar todo un bosque y ganar dinero por respetar los árboles que contribuyen a fijar el dióxido de carbono de la atmósfera, evitando ese calentamiento atmosférico que hace cambiar el clima, no entra en sus molleras. No creen en la ecología, la sostenibilidad y la salvaguarda del medioambiente. Chorradas. Para ellos, la contaminación es progreso, las calles atascadas de coches es signo de vitalidad económica, el agotamiento de recursos es capacidad productiva, el destrozo de formas y medios de vidas (para animales y humanos) es libre comercio y poder empresarial, el empobrecimiento de muchos es inevitable para la riqueza de pocos. Arrasar el planeta es incondicional al emprendimiento… lucrativo de unos cuantos. Y esos cuantos, siempre los mismos, son los que reniegan del ecologismo, la solidaridad, el feminismo, la educación en igualdad y tolerancia, y del bienestar de todos, porque les perjudica. Todos son explotadores que están en contra de cuantos movimientos de liberación emerjan en el mundo para la emancipación de los oprimidos y la defensa de este barco en el que navegamos por el Universo. Y para engañar a todos, recurren a los bulos, las falsedades y las mentiras. Se llamen como se llamen (aquí, en Italia, Brasil o Estados Unidos, por citar algunos sitios donde logran convencer), ya los vamos conociendo, aunque crean que con sus populismos ultranacionalistas puedan seguir manipulando nuestra percepción de la realidad. Esta acaba imponiéndose, no sólo por terca, sino por responder a la verdad.