BUNDT CAKE DE CHOCOLATE Y CAFÉ [Y un poco de hambre]

Por Anamelm

Este es un bundt cake de celebración.

No soy muy amiga de comer así por las buenas cosas ultragordas con azúcar a cascoporro y mantequilla o aceite a cholón. Pero esto no ha sido así por las buenas, ha sido un premio que me merecía y mucho, y un buen bundt lleno de azúcar era justo lo que necesitaba. Con chocolate, claro. Por darle un toque.

Porque los pasteles son para ser disfrutados, y este, lo fue.

La cosa comenzó porque me tuve que hacer unas engorrosas y muy necesarias pruebas médicas que exigen un ayuno que en mi caso es muy prolongado. Una dieta estricta de 5 días, prueba médica, otra dieta estrictísima de 5 días, prueba médica. Las últimas 36 horas de ayuno total. El día antes de la segunda prueba casi me da un vahído y tengo que pedir una ambulancia, sólo os digo eso.

Las pruebas médicas son preventivas, antes de que me preguntéis. Antecedentes familiares. Los diez días que pasé a dieta estricta más los dos extras de ayuno absoluto antes de cada prueba, pasé mucho hambre. Pasar hambre es una de las cosas que peor llevo en el mundo. Cuando tengo hambre me convierto en una hiena descontrolada. Tengo un humor imposible, ando como león enjaulado y sólo quiero matar, así, en general. El vikingo os lo podría contar... Nadie sabe como ha sobrevivido. Él tampoco. Si el vikingo, que sabe lo mal que lo paso, me despertaba con un Buenos días, ¿Como ha dormido la princesa? Lo que recibía a cambio era un ¿Buenos días? ¡Qué mierda de buenos días! ¡Tengo hambre!

A eso del sexto día la gente ya me parecía comestible y la gata se escondía al verme. Contemplaba comerme las uñas desde una perspectiva nutricional. Y olía los anuncios de comida de las revistas.

Y para rematar: Diez días a dieta como una cabrona, y mis compañeros de curro celebran dos picnics en la oficina. DOS. Diez días a dieta y me toca preparar el catering de barra de un evento de la ong con la que colaboro. Toda la tarde del penúltimo día [cuando ya me arrastraba tras el olor de cualquier cosa que pareciera comestible] haciendo pintxos y montaditos para los demás. Ni probarlo siquiera pude. Diez días a dieta y me regalan una caja de dulces de almendra de esos que no se pueden guardar muchos días porque se estropean. Esos. Los vi pasar, eso fue todo.

Y yo comiendo p*** pavo en lonchas, tortillita francesa sin nada y pechugita a la plancha, y tampoco mucha. Hasta la coronilla acabé.

Lo que peor llevo con diferencia son los desayunos. Desayunar para mí es una especie de religión. Yo me levanto con tiempo, planto el trasero en la silla de la cocina, enciendo la radio y me desayuno un tazón de café con leche de almendras y dos tostadas de pan con aceite, aguacate o mantequilla, según el día. Con tiempo, mientras desayuno no miro el reloj ni de reojo. Necesito comer, punto.

Así que os podéis imaginar la cara que puse cuando la doctora [por lo demás es un encanto] me dijo que podía desayunar... una manzanilla. ¿En serio? ¿Una manzanilla? ¿Y tengo que creerme que usted va a ser quien cuide de mi salud? Pues disculpe si desconfío. Con una manzanilla yo no llego en condiciones ni a la ducha. No digamos ya a media mañana. Tras negarme en redondo a tomar ese absurdo desayuno durante diez días, conseguí negociar algo y me concedió café, y una tortilla de un huevo con dos lonchas de pavo. Por supuesto, sin pan. Uau. Qué empacho.

Total que durante esos días mi humor fue en caída libre hasta que pasé la segunda prueba y pude comer de nuevo. Para comer, me dejé preparada una pizza de esas que me concedo en raras excepciones, llena de cosas muuuuuy ricas y discutiblemente sanas. Y como postre, me hice este pedazo de bundt cake.

Lo horneé durante la misma mañana, con un hambre que me daba la vuelta y el estómago pegado. Me dio igual. La recompensa iba a valerlo. Llegué a casa del hospital, me quité la pulserita esa que te ponen para identificarte si te pierden [¿sabíais que no hay que quitársela antes de llegar a casa, por si te ocurre algo en el camino?], me hice un café con leche vegetal, y me corté una suculenta rebanada de mi preciado bundt, que había dejado fuera del alcance de gata y vikingo [sin ningún éxito: me lo encontré empezado] y la coroné con una cantidad... ligeramente obscena de chocolate y unas avellanas molidas.

Antes de todo esto me puse el bikini y me hice la foto para redes sociales de mis próximas vacaciones. Que hay que amortizar el tipín que se me quedó antes de recuperar mi forma. Y después de la foto-posado luciendo costillas, empecé a invocar a mi cuerpo de siempre, ese que no luce tan divino en bikini pero es muy feliz, con este pedazo de bundt.

El bundt, soberbio. Sólo modifiqué la cantidad de café, porque mi cafetera lo hace muy cañero y yo lo prefería un poco más sutil. Os pongo la cantidad original por si lo preferís. Y usé mi preciado molde de bundts que me reservo para ocasiones especiales.

He elegido publicar esta receta en el #reciclandosabores de mi amiga Rossgastronómica porque, aunque no he reciclado estrictamente ningún ingrediente, sí os voy a enseñar un truquito de reciclaje con la mantequilla. No os lo perdáis.

BUNDT CAKE DE CHOCOLATE Y CAFÉ

CAL 349,8 · HC 40,8 · PR 6,6 · GR 17,8 [100 G]
INGREDIENTES

Cacao puro en polvo, 80 g

Bicarbonato, 1 cucharadita

Azúcar, 200 g [en la receta original, 400 g]

Café negro, 150 ml [en la receta original, 250 ml]

Leche de soja, 350 ml [en la receta original, 250 ml]

Aceite de girasol, 125 ml

Vainilla en pasta, al gusto

MODUS OPERANDI

Es un bundt muy sencillo de hacer. Lo primero que haremos será precalentar el horno a tope, y nos liamos con la masa.

En un bol tamizamos harina, cacao, levadura y bicarbonato. Añadimos la sal y el azúcar y reservamos. Yo me ayudé de un robot amasador, lo mezclé con la pala en forma de K a velocidad baja. Sobre esta mezcla, añadimos el café, la leche, los huevos ligeramente batidos, el aceite, la vainilla. Lo mezclamos todo [en robot, a velocidad media con la misma pala]. Y engrasamos muy bien el molde de bundt antes de meter la mezcla, que será bastante líquida.

EL RECICLAJE. En casa gastamos en general poca mantequilla, pero alguna se gasta. Y siempre la compro en formato de bloque envuelta en papel aluminio, porque genera menos residuos que las tarrinas de plástico. La meto en una tarrina de cristal que reutilizo. Los envoltorios de mantequilla los doblo con cuidado, y los guardo en la puerta de la nevera en un sitio donde no me estorben mucho. Y cuando saco el molde del bundt o un molde de metal que haya que engrasar, utilizo los restos de mantequilla que aún quedan en el envoltorio para engrasarlo. También a veces cojo trocitos de mantequilla del tarro, claro, si no me llega. Esto sirve para dos cosas: aprovechar a tope la mantequilla, y no pringarnos las manos.

Este engrasado lo haremos en dirección ascendente siguiendo las estrías del molde. No me preguntéis el motivo, pero se nota. Yo además cuando preparo bundts muy líquidos, enharino al menos la parte inferior y parte de la subida, por si acaso. Una vez preparado el molde y el horno caliente, volcamos la masa, y horneamos sobre una rejilla [jamás metas un bundt sobre una bandeja de horno] a 180 ºC durante unos 45 minutos. Hay que comprobar siempre que esté cocido antes de sacarlo, no todos los hornos tienen los mismos tiempos.

Una vez cocido, sacamos el bundt del horno y lo dejamos quieto. Sacamos la rejilla, salvo que tengamos otra rejilla de enfriado, y la colocamos sobre unos paños o en la vitro. Ponemos el bundt sobre la rejilla y no hacemos absolutamente nada más durante 10 minutos. Pasado este tiempo, lo desmoldamos. Si lo sacamos antes, el vapor que se ha formado dentro del bundt estará circulando, y romperá nuestro precioso bizcocho. Si lo sacamos más tarde, estará frío y se pegará. Yo siempre pongo un temporizador y dejo pasar 10 minutos justos [12 en verano, tal vez 8 en invierno].

Receta del libro La mesa del pecado. Autora de la receta: Patricia García Py.