El Castillo de Buñol
Ayer se celebró la más que famosa Tomatina en la localidad de Buñol. Se trata de una fiesta reconocida como de Interés Turístico Internacional y prueba de ello son los miles de visitantes que asisten desde diferentes partes del planeta para hincharse a tomatazos. Allí, entre todos ellos estábamos nosotros. :)
A papá le llamaba mucho la atención y hace un par de semanas decidimos asistir a verlo. Él se metería en todo el mogollón a vivir la experiencia tomatinera y mientras tanto nosotros haríamos un poco de turismo por el pueblo. Con más de 40.000 personas agolpadas en una calle mis peques, mi embarazo y yo nos íbamos a encontrar más tranquilos observando desde la distancia.
De todas formas he de deciros que sí pude ver distintas familias con niños lleniiiiiitas de tomate. Imagino que como los tomatazos llegan por todos lados disfrutarían de la fiesta a una distancia prudencial de los camiones y de la avalancha humana, o al menos eso espero.
También me encontré con varias personas con movilidad reducida que habían participado de La Tomatina, lo que demuestra que con un poco de ayuda la fiesta puede ser para tod@s sin excepción. En sus sillas de ruedas no quedaba ni un trocito que no fuera rojo. Alguno más pícaro había envuelto en plástico el asiento para que no se pringase demasiado.
Incluso varios ancianos llevaban sus camisetas completamente rojas y chorreantes. Por la noche salió uno de ellos en la tele que decía que a sus 70 años no se lo perdía nunca. ¿Y visteis a la pareja que se prometió en matrimonio entre tomatazo y tomatazo? Simplemente... Alucinante.
La plaza de las Ventas
Pero bueno, a lo que vamos. Yo voy a contaros como fue mi día con los niños en la mochila. :)
Nos levantamos a eso de las cinco y pico de la mañana. Lo justo para desayunar, vestirnos, poner las cosas en el coche y estar saliendo de casa sobre las seis y cuarto. Desde El Campello teníamos un viajecito de unas dos horas y cuarto, que con las paradas que tocaran serían dos y media o tres.
El trayecto fue muy bueno ya que los peques se durmieron todo el camino y solo tuvimos que parar un momentito en una gasolinera. Cosas de las embarazadas, ya sabéis. Total que sobre las ocho y media estábamos en Buñol.
Me gustó mucho este edificio
Dejamos el coche en un descampado a las afueras del pueblo, junto a muchísimos coches más. A esa hora la guardia civil y la policia ya estaban regulando el trafico y los accesos. Cogimos las mochilas y comenzamos nuestro paseo en dirección al centro.
A la entrada de Buñol es donde se concentra a la mayor parte de la gente. Allí ves un montón de barras improvisadas, gente vendiendo gafas de natación para La Tomatina, paellas y barbacoas a las nueve de la mañana, música a todo volumen y sobre todo muchísima, muchísima gente. Vimos centenares de autobuses aparcados por todas partes.
Los camiones cargados rumbo a la batalla
Pero una vez llegas al centro del pueblo... parece otro. Íbamos buscando una cafetería tranquila donde desayunar y la encontramos muy cerquita de la parroquia de Nuestra Señora de Dolores, en la esquina de la calles Floridablanca con Dr. Fleming. Era una heladería-cafeteria pequeñita, tranquila, muy limpia y donde nos trataron muy amablemente. Lo malo es que no me acuerdo como se llamaba.
Les pregunté a los propietarios sobre el Castillo y los parques donde podía estar con los niños. Me indicaron que efectivamente la oficina de Turismo estaba cerrada, como ya me imaginaba. Nos dijeron cómo llegar al Castillo y que desde allí, desde sus balcones, podíamos ver algo del follón de La Tomatina.Y que cerca de la cafetería, a pocos metros de la plaza de las ventas había un pequeño parque infantil.
Esta vista teníamos desde el castillo
Nos acercamos a ver dónde estaba el parque. Ese sería nuestro punto de encuentro cuando terminase la guerra. En principio dura aproximadamente una hora, de once a doce, así que quedamos allí sobre la una menos cuarto.
Después nos sentamos en un banco muy cerca de la Plaza de las Ventas para ver pasar los camiones cargaditos de tomates. Una señora que tenía la tienda en la misma calle nos confirmó el recorrido. Sobre las once menos veinte más o menos pasaban los cuatro o cinco camiones hasta los topes precedidos por las motos de la policía local que les iban abriendo camino.
Una de las callejuelas del casco antiguo
En ese momento papá puso rumbo a La Tomatina y nosotros al Castillo. En un paseito estábamos allí. El recinto del castillo me resultó bastante curioso ya que los vecinos tienen sus casas construidas en los muros del castillo y dentro de lo que parece un patio de armas. Se accede a él desde varias puertas que hay en los distintos torreones que dan acceso al casco antiguo de la localidad.
Edificio del Museo Etnológico. Está en el castillo.
"Si algo llama la atención al visitante de Buñol a primera vista es su extraordinario Castillo Medieval que data del siglo XIII, situado entre la fosa del Río Buñol y el barranco de Borrunes.
El Castillo, construido durante la dominación árabe, sufrió profundas reformas y ampliaciones a lo largo de su historia tras la conquista cristiana. Desde el siglo XIX fue ocupado por familias que construyeron en su interior sus propias viviendas, algunas de las cuales han desaparecido. (...)
Vía: www.bunyol.es"
Dentro del Castillo está la oficina de turismo, el Museo Arqueológico y también el Museo Etnológico pero estaba todo cerrado. Creo que solo abren los sábados por la mañana de 11:00 a 14:00 horas. En este mismo horario se realizan visitas guiadas.
Hacía un sol de justicia
En las distintas terrazas y balconadas del recinto había gente observando a la marea humana que había unas calles más abajo. El sonido que nos llegaba de la gente era increíble: cánticos, silbidos, gritos... jaleaban sin parar incitando a que les lanzaran más y más tomates.
Bajamos por otra puerta al casco antiguo y seguimos paseando. Nos topamos con una callejuela al final de la cual había una plaza llena de gente. Estábamos muy cerquita del mogollón pero a resguardo, justo detrás de los chicos de protección civil que controlaban a la gente que entraba en la zona de batalla. Les quitaban botellas de cristal o plástico que pudieran lanzar y hacer daño a los demás.
Vimos toda esta gente desde un callejón. Desde los balcones les tiraban agua.
Tras hacer un par de fotos y caminar un poco por estas calles volvimos al Castillo. Nos hicimos unas fotos más en la fortaleza y volvimos a la heladería a tomarnos una coca cola antes de ir al parque. Estábamos deshidratados con tanto sol y tanto paseo. :)
El parque estaba vacío así que lo tenían para ellos solos. Corrieron, escalaron, se tiraron por los toboganes... Entonces llegó papá completamente lleno de tomate y enfadado. Resulta que en plena vorágine perdió el móvil: Cosas de la batalla.
Interior de la fortaleza de Buñol
Hizo un par de llamadas y dejó un mensaje por si alguna persona de buena fe lo encontraba. A mi no me quedaba casi batería así que decidimos volver al coche para cargarlo por si hacía falta. Tras pasar enl enooooooorme montón de gente que se agolpaba en torno a la música, el alcohol, los bocatas y las mangueras llegamos finalmente al coche.
Pensábamos ir a comer a la Cueva del Turche pero tuvimos que dejarlo para hacer un último intento por encontrar el móvil. Yo me quedé dándoles de comer a los peques mientras papá volvía a la zona dónde lo había perdido y a la comisaría. Los municipales le habían dicho que aunque lo más probable era que ya no apareciera, lo mejor era que pusiera una denuncia en comisaría por si acaso (supongo que por si aparecía o por si alguien con no tan buena fe hacía un uso fraudulento de él).
En este parque estuvimos jugando hasta que llegó papá.
Un rato después apareció papá. Por supuesto el móvil no pero... fue el fragor de la batalla. :)
Ya que estábamos allí decidimos acercarnos a la Cueva del Turche un ratito, antes de volver para casa. Pero eso ya os lo cuento otro día, que por hoy ya ha sido bastante ¿no creéis?
Si queréis ver más fotos os las he dejado aquí.