Una mirada es más que dos personas que se ven, ¿qué te impulsa a fijarte precisamente en esos ojos? Influye que la mayoría vayan ciegos, o al menos lleven puesto un antifaz que sólo se quitan, si es que lo hacen, al llegar a su destino. Por eso, el fulgor, ese brillo de luz matinal, es tan atrayente y llamativo. Creando en sí mismo una burbuja infranqueable, que al ser rodeada por ciegos no corre el más mínimo peligro de ser fraccionada. Dentro llamea una conexión. Un vínculo inesperado que provoca mirar más fijamente, con el riesgo que supone caer en ese inmenso azul que no envidia ni al cielo ni al mar. ¿Cómo puede haber gente tan ciega? ¿Cómo pueden no verlo? Quizás si me oculto detrás de las gafas de sol el destello no me deslumbre, ¡qué ingenua! Estoy dentro de una pompa, ¿por qué intentar cubrirme del interior cuando en el exterior nadie levanta la vista? Yo misma se la respuesta. Temor a tener la misma fuerza que una polilla, a quedarme encantada en esa luz, en ese color.
En la burbuja todo queda imperturbable, día a día, estación en estación. La gravedad no tiene cabida y el tiempo corre caprichosamente ajeno. Hasta que se rompa, dirán los pesimistas disfrazados con ese realismo atroz. ¡Os odio! Formáis parte de esos ciegos que no tienen espacio para la vida. Pero, si existe ya permanece, y eso siempre es mejor, aunque sea efímero, a que no haya ocurrido nunca. Abre los ojos, alguien lo estará haciendo para ti, y qué mejor destello que tu mirada.
“(…) Que el alma que hablar puede con los ojos, También puede besar con la mirada”.(Rima XX, Gustavo Adolfo Bécquer)