He dicho que no me gusta lo de prohibir, pero ahora doy toda la razón a mi amiga Carmen en su blog Ciberculturalia, que está totalmente en contra de los burkas, los pañuelos, los hiyab y todo lo que representa la sumisión de las mujeres al yugo masculino, costumbre muy arraigada en los musulmanes.
Hoy leo en Público esta noticia que me deja con muy mal sabor de boca por la respuesta que da el marido ante la actitud de las autoridades: Una mujer musulmana deberá pagar una multa de casi 500 euros por presentarse cubierta con el burka en una oficina de correos de Novara, en el norte de Italia, donde a principios de este año fue aprobada una normativa que prohíbe cubrirse el rostro en los lugares públicos.
Acudió a la oficina de correos acompañada de su marido y tapada con el burka. Entrevistado por el diario Corriere della Sera, el marido, Ben Salah Braim, de 36 años, aseguró que a partir de ahora su mujer no tendrá más remedio que quedarse en casa. A la pregunta sobre si conocía la nueva normativa, el hombre respondió que sí, pero pensaba que, "al menos el viernes", que es el único día que su mujer sale de casa para ir a la mezquita, podría salir con el burka.
Aun con todo, aseguró que él respeta la ordenanza del alcalde ya que sabe que "no va en contra" de su religión. "Sé que en Italia está prohibido para todos", pero el problema está en que a su mujer "no la pueden mirar otros hombres".
Pobres mujeres, la verdad es que con lo que está sucediendo en toda Europa respecto a este tema, habría que dar un paso definitivo y tratar de salvar ese abismo que pone la religiosidad en las sociedades; están anclados en la edad media pero esa etapa debe ser cosa del pasado; es preciso reivindicar la igualdad de las mujeres y los hombres, si a ellas no las pueden ver otros hombres pues que vayan ellos también cubiertos para que no los vean otras mujeres, o que se queden ellos en casa.