Esto que parece una tontería es lo que está pasando con el Butifarrendum 2. Ese segundo intento de hacer un referendum ilegal para quitarme a mí un trozo de mi país como si no fuera mío. Ese robo a plena luz del día, vaya, que intenta organizar de forma un tanto absurda la comandita de las banderitas, los desfiles con antorchas, el tres o cuatro por ciento y los ataques a sedes de partidos políticos adversarios.
Vía El País
Me imagino a Junqueras y Puigdemont, estos Adams y Jefferson de nuestros días, esas luminarias que han destacado en el campo de la excelencia por sus contribuciones a cosas que nadie sabe, hablando del asunto:—Ah, no, yo no firmo nada, pelanas.
—Pero a ver, gordo, alguien tiene que firmar la orden de la Generalitat para poner las urnas que no sabemos a quién vamos a comprar en locales públicos que vamos a allanar.
—Firma tú, que eres el presidente.
—Eso es lo que pone en mi tarjeta de visita cuando nos vienen a ver los nazis finlandeses o el tío ese de Letonia al que pagamos seis millones de euros y que ahora no para de llamarme ofreciéndose a ir a la ONU a chivarse de España por otros nueve, pero sabes que en realidad de presidente tengo tanto como tú.
—No vayas por ahí que me encuentras.
—Complicado no encontrarte, he oído que van a construir un edificio de oficinas donde estás sentado. ¡Mamacallos!
—¡Rascaingles!
—¡Bebesinsed!
—¡Cuerpoescombro!
En esto que aparece Romeva con una peluca de tirabuzones rubios.
—¿Me habíais llamado?
—Raúl, desgracia humana, ¿qué haces con esa peluca?
—Oh, llevo tanto tiempo siendo ministro de asuntos exteriores de un país que no existe ni tiene asuntos exteriores que he decidido a partir de ahora ser la princesa Margarita de Austria.
—Ah, bueno. Esto... ¿le placería a la emperatriz consorte de Austria echar una firmilla por aquí...?
Si contamos el tiempo desde la sentencia en 2010 del Tribunal Constitucional sobre la reforma del Estatuto de Autonomía de 2006, llevamos siete años con un "proceso" que no se ha movido ni un milímetro. En la Transición española siete años después de que muriera el general Franco, Felipe González era presidente del gobierno.
¿Y qué me decís de las cositas que vamos viendo por el camino? Ataques a sedes de partidos políticos, agresiones a gente por llevar la zamarra de la selección de fútbol, un PSC que ha estallado por contradicciones internas dejando a su paso una alegre muchachada protoestalinista que quiere organizar ferias de ganado en la catedral de Barcelona, la subida del partido de los perroflautas y cajeras cabreadas del Eroski que están a cinco minutos de vestirse con camisa negra, reuniones a puerta cerrada en el parlamento regional sin invitar a grupos que representan a la mitad de la población, esa Comisión para la Transición Nacional que ha logrado subir de precio el marisco en los mejores restaurantes de la ciudad condal, leyes escritas a puerta cerrada que no sólo van más allá de las competencias del gobierno regional sino incluso de las del país y de la Unión Europea (lo de auto-otorgarse poderes omnímodos es algo que no vemos desde la Rusia del XVIII).
Mirad cómo tiene que estar la cosa que hasta Sardá, que es un señor que se hizo famoso por poner voces en la radio y conducir un programa de televisión en el que se reía de discapacitados mentales parece von Metternich al lado de esta piara (ya van dos referencias a Austria, mi subconsciente me está diciendo algo).
The phone rings in the middle of the night
My father yells what you gonna do with your life
Oh daddy dear you know you're still number one
But girls they wanna have fun
Oh girls just want to have
Da igual. Dan igual los días históricos, las manifestaciones de fervor nacionalsocialista, que los golpistas estén cubriendo a quienes robaron a los catalanes y españoles durante treinta años (Durán i Lleida salió disparado en su nave espacial porque sabe que una cosa va ligada a la otra), dan igual todos los movimientos estéticos que se ven en las marquesinas y la orwelliana televisión autonómica, dan igual los libros de texto en los que se idiotiza a los críos para convertirlos en futuros siervos complacientes. Todo eso da igual.
Lo único que importa es el momento en que un gañán desdentado, envuelto con la bandera separatista, le pida que entregue su arma a un guardia civil.