Queridos lectores, el butiro es una curiosa voz que proviene del latín butȳrum, y este del griego βούτυρον: un derivado lácteo que se obtiene mediante el batido y posterior amasado de la nata de la leche...
Así, los celtas, mongoles y vikingos fueron pioneros en la obtención del butiro al batir la leche en el interior de pieles de animales, y transmitieron a sus descendientes el gusto por este manjar, que griegos y romanos, sin embargo, decidieron no incluir en su dieta por considerarlo un producto bárbaro...
Históricamente, el butiro ha sido un producto caro: un artículo de lujo que tan sólo podía ser adquirido por los sectores más privilegiados de la población. Lo cierto es que hoy en día, la mantequilla o butiro es imprescindible en muchas aplicaciones culinarias: se emplea ampliamente en repostería, aunque quizá su uso más común sea untado en pan formando parte del desayuno...
Para ilustrar nuestra palabra de hoy, nuestro custodio Ylagares nos remite a Francisco de Quevedo (1580-1645, noble, político y escritor español del Siglo de Oro), en concreto a un fragmento de: La fortuna con seso y la hora de todos
Holandeses en Chile XXXVI
“…El capitán del bajel los sosegó, diciendo eran holandeses y que venían de parte de aquella República con embajada importantea sus caciques y principales, y acompañando estas razones con vino generoso, adobado con las estaciones del norte, y ablandándolos con butiro y otros regalos, fueron admitidos y agasajados…
…Los de Chile respondieron con agradecimiento, diciendo que para oír bastaba la atención; mas, para responder, aguardaban las prevenciones del Consejo; que a otro día se les respondería a aquella hora.
Hízose así, y el holandés, conociendo la naturaleza de los indios, inclinada a juguetes y curiosidades, por engañarles la voluntad, les presento barriles de butiro, quesos y frasqueras de vino, espadas, y sombreros, y espejos…”
¡Hasta el próximo relato!
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