Charlton Heston fue un coloso del cine. Se caracterizó por ser un actor que honró a su profesión con interpretaciones en películas de gran complejidad técnica y logística. Aportó realismo y profundidad a sus interpretaciones amparándose en su imponente presencia, que ya de por sí conseguía hacerle creible ante el público. No me cansaría nunca de homenajear a este titán pero hoy quiero tratar una pequeña historia (nada comparable a lo sucedido en el rodaje de Mayor Dundee).
En su espléndida autobiografía, publicada a mediados de la década de los 90, el veterano actor explicaba las vivencias adquiridas durante los largos viajes que realizaba mientras saltaba de un rodaje a otro. En la década de los 60, esto fue más patente que nunca.
Pero, en 1964, Heston aceptó intervenir en El Señor de la Guerra, un relato medieval que iba a ser dirigido por Franklin J. Schaffner. El guión escrito por Millard Kaufman y John Collier, se basaba en una obra teatral de Leslie Stevens que describía las vicisitudes de un caballero normando, Chrysagon, cuando asume el control como nuevo señor feudal de un remoto territorio en la Francia del siglo XI.
Heston no estaba interesado en participar en una nueva película medieval que transitara por los habituales caminos hollywoodienses de irrealidad histórica y contexto glamuroso. Pero cuando leyó el guión se dio cuenta que se encontraba ante una gran oportunidad. Y eso se debe al hecho de que El Señor de la Guerra fue la primera película de un gran estudio que fue capaz de reflejar, con mayor verosimilitud, el estilo de vida y de gobierno en la Alta Edad Media. Por fin se mostró la dureza de esos tiempos, la brutalidad, y la violencia descarnada. Y además, se reflejó la organización feudal como nunca antes. Chrysagon es un señor que vive en un pequeño torreón y que tiene derecho a percibir rentas y a dominar la vida de sus bárbaros vasallos hasta el último extremo.
Quedaron atrás los grandes decorados de majestuosos castillos que nunca existieron en la realidad. La vieja costumbre de hacer de Camelot el referente para la creación de películas medievales se vino definitivamente abajo con este film de Universal Pictures.
Así pues, Charlton Heston volvió a romper barreras con su participación en la película y reafirmó su consabido buen ojo para elegir proyectos. Además, este rodaje le aportó otra importante satisfacción personal. En esta ocasión, no tendría que irse a la otra parte del mundo para filmar porque Franklin Schaffner decidió localizar los exteriores en varias áreas naturales de California (Colusa County y Marysville) y también en las cercanías de Malibú, donse se encontraba el domicilio familiar de Heston.
En su autobiografía suele citar que hubo dos películas que le reportaron una gran tranquilidad y sosiego en la década de los 60. Una fue El Señor de la Guerra y la otra el western Will Penny (1968). En ambas producciones, casi todos los días podía volver a su casa al final de la jornada y eso fue muy reconfortante para él.
Pero en El Señor de la Guerra sucedió una anécdota interesante. Durante la mayor parte de los días de rodaje en exteriores siempre había un joven de unos 17 o 18 años apostado tras las barreras de seguridad del set. El muchacho solía llevar una libreta en la que escribía sin parar y parecía querer empaparse de todo lo que alcanzaba a ver. Era tal el seguimiento y la fidelidad del joven que un día Heston se acercó hasta la valla y se interesó por saber lo que hacía.
El caso es que ese joven inquieto era un tal Steven Spielberg, futuro alumno de la escuela de cine de la Universidad del Sur de California. Su pasión por el cine, desarrollada a muy temprana edad, le movía a tener interés por estar presente en los rodajes y por conocer el oficio, aunque fuera desde la distancia. Enterado de que el equipo de Schaffner estaba rodando en las cercanías de Malibú, el joven Spielberg no dudó en acercarse.
Nunca concluyó sus estudios en la USC pero, gracias a una beca que obtuvo para trabajar como guía en Universal Studios, Spielberg fue entrando en el negocio y gracias a sus prometedores cortometrajes consiguió que le dieran la oportunidad de dirigir episodios de series de TV como Night Gallery, Marcus Welby, y Colombo. Y ese fue el inicio de una carrera brillante y meteórica.