Uno de los mayores reconocimientos internacionales que recibió TVE en la década de los años setenta fue por un mediometraje que dirigió Antonio Mercero y que tituló ‘La cabina’ (1972). Fue escrito por él y por José Luis Garci, protagonizado por José Luis López Vázquez y obtuvo un premio Emmy al mejor telefilm internacional en 1973. La historia iba sobre un individuo que se quedaba encerrado en ese habitáculo cuando intentaba hacer una llamada telefónica.
A lo largo de sus 37 minutos de duración, el personaje vive una progresiva situación de angustia, agobio y asfixia al no poder salir al exterior, tras bloquearse la puerta, desembocando en un contagioso terror psicológico. Varias personas que pasaban por allí intentarán ayudarle, pero no conseguirán sacarlo. Ni siquiera los bomberos, ya que cuando se personan en el lugar aparece un camión de la empresa instaladora que retira la cabina con el individuo aún en su interior. A continuación, la traslada a un sótano donde el hombre comprueba aterrorizado que, en él, hay otras muchas cabinas con personas momificadas dentro.
Aquella película impactó de tal forma en los españoles de la época -muchos no cerraban la puerta al entrar en una de ellas por temor a que les ocurriera lo mismo- que la compañía Telefónica se vio obligada a poner en marcha una operación para intentar ‘lavar su imagen’. Contrató al propio López Vázquez para que hiciera una serie de anuncios en televisión, mostrando el lado bueno de la empresa y promocionando las acciones bursátiles de la misma, que denominaron popularmente como las ‘matildes’.
La llegada de la telefonía móvil relegó a las cabinas a casi el ostracismo. Se calcula que hay todavía unas 15.000 repartidas por toda la geografía nacional. Telefónica quiere retirarlas por su baja rentabilidad. Las cifras, siempre frías, evidencian que la gente ya no las utiliza. Y que solo mantenerlas costó en 2019 unos 4 millones de euros. Lo cierto es que tendrían que haber desaparecido a finales de 2018, pero ese año se prorrogó la fecha de caducidad por decreto. El tema acabó en los tribunales y ahora el Supremo le ha dado la razón a la compañía, con lo que el contrato de mantenimiento queda en el aire, debiendo convocarse, en su caso, un concurso, circunstancia que parece bastante improbable.
Con la desaparición de las cabinas, muchos pueblos españoles dejarán de contar con un teléfono público para cualquier emergencia de uno de sus vecinos. Hay núcleos, incluso, que a día de hoy carecen de cobertura de la telefonía móvil, siendo su población de edad elevada. “No tenemos médico, no tenemos cura, no tenemos banco. Si nos quitan la cabina, ¿qué nos queda?”, acertó a responder una lugareña de una de esas poblaciones a la reportera que le pidió su opinión al respecto.
Somos pocos los que, cumpliendo más de cinco décadas, no guardamos recuerdos entrañables de aquellas cabinas grises y acristaladas, desde las que llamábamos a nuestros seres más queridos -y otros no tan queridos-. Primero funcionaron con fichas, luego con monedas y acabaron haciéndolo con tarjetas. Las cabinas, que te conectaban con el mundo exterior como ahora lo hacen los móviles que llevamos como un pañuelo en el bolsillo. Aunque, como escribiera Pavese, de todo aquello ya no recordemos los días y sí, apenas, unos lejanos momentos.