El parque natural más excéntrico de Andalucía es en esta estación un delicioso mundo de silencios.
Es hora de recorrerlo sin prisas, andar sus playas solitarias y pasear los pueblos que se extienden hacia el norte de Almería.
En ese territorio, en el que la Península Ibérica tiene una de sus cuatro esquinas, el sol brilla más que en otros sitios, el mar es más azul que en otros litorales españoles y las mañanas y las tardes más luminosas que en cualquier otro lugar de tierra adentro.
En este paraíso de origen volcánico se extienden serrezuelas, llanas planicies esteparias, salinas, acantilados, chimeneas en mitad de la mar y playas de arena blanca.
Por suerte, el Cabo de Gata es uno de los rincones andaluces menos tocados por el hombre.
No existen alturas urbanísticas desmedidas y hay una quietud y una armonía en la arquitectura popular que anima al paseo y a la contemplación.
Un conjunto de fuertes, baluartes y baterías costeras salpican el parque de una punta a otra.