Nos acaban de ofrecer hasta 100.000 millones de euros y España está sumida en un cabreo general. La gente está inquieta, molesta y más angustiada, si cabe, que antes del rescate europeo.
La incertidumbre es mayor después del famoso sábado de la "conference" de De Guindos que la que arrastrábamos en semanas anteriores.
Toda la oposición parlamentaría pide la comparecencia del presidente de gobierno y éste se niega a explicar lo que está pasando ante todos los diputados.
La opacidad gubernamental y la falta de transparencia sobre cómo nos van a afectar las condiciones de esta multimillonaria "línea de crédito" genera intranquilidad y desazón entre los ciudadanos.
Imagino que eso está en los cálculos de Rajoy, y creo que si no comparece es porque no tiene claro lo que tiene que decir en unos momentos en que debe estar por negociar lo más importante: la letra pequeña del rescate.
Hoy se discute si el préstamo nos va a costar un 3% o un 8% , si ese préstamo está condicionado al cumplimiento de los objetivos de déficit y si las coberturas que nos van a exigir serán similares a las griegas y deberemos recortar las prestaciones sociales y subir los impuestos.
En esto los medios de comunicación internacionales están hablando del rescate de España y hasta el posible de Italia. La deuda española se cotiza por las nubes y el riesgo en el que hemos metido a Europa y al mundo aparece bajo el fantasma de abandono del euro.
Menos mal que poca gente lee el Wall Street Journal, The New York Times o el Financial Times donde nos están poniendo a caldo y nos ven poco menos que hundidos y sin capacidad de respuesta.
Tengo la sensación de que ahora si somos más Europa que nunca. Estamos intervenidos por la troika y yo estaba convencido hasta hace unos días que no era así.
Casi entiendo que Rajoy no comparezca hasta que sepa donde estamos y de qué vamos a morir. Alguien le habrá explicado que no es momento de decir cosas de las que luego tenga que arrepentirse.
Simplemente porque ahora España no depende de sí misma. Tampoco sabemos a ciencia cierta de quién y de qué dependemos. Yo no iría al parlamento ni harto de vino.