Cabrones y monos

Publicado el 20 septiembre 2010 por Sfer

- ¿También usted lo ha leído? - preguntó -. Yo creía que aquí, en Londres, nadie conocía este libro. - Casi nadie. Yo soy uno de los poquísimos. Está prohibido, ¿comprende? Pero como yo soy quien hace las leyes, también puedo quebrantarlas.
[...]
- Pero ¿por qué está prohibido? - preguntó el salvaje.
En la excitación que le producía el hecho de conocer a un hombre que había leído a Shakespeare, había olvidado momentáneamente todo lo demás.
El interventor se encogió de hombros.
- Porque es antiguo; ésta es la raón principal. Aquí las cosas antiguas no nos son útiles.
- ¿Aunque sean bellas?
- Especialmente cuando son bellas. La belleza ejerce una atracción, y nosotros no queremos que la gente se sienta atraída por cosas antiguas. Queremos que les gusten las nuevas.
- ¡Pero si las nuevas son horribles, estúpidas! ¿Esas películas en las que sólo salen helicópteros y el público siente cómo los actores se besan! - John hizo una mueca -. "¡Cabrones y monos!"
En las palabras de Otelo encontraba el vehículo adecuado para expresar su desprecio y su odio.
***
Hacía tiempo que tenía una deuda pendiente con las distopias: Un mundo feliz.
Lo mejor del libro se encuentra en los capítulos 16 y 17, en la conversación entre uno de los máximos dirigentes de esa sociedad de clones de la que se ha eradicado todo rastro de dolor e infelicidad, y el salvaje, el hombre que ha vivido al margen de todo eso, el que ha tenido acceso a Shakespeare.


Pero claro, para llegar a entender, con todas sus consecuencias, el diálogo de esos dos capítulos, es necesario haber leído todo lo anterior y... sólo por esas escasas veinte páginas, vale la pena.