Caca de luxe

Por Isladesanborondon
   ¿Qué está pasando? ¿No lo estamos viendo? El pasado 28 de diciembre como si el año nos despidiera con la última inocentada pesada, el mejor canal de noticias de España fue devorado por el canibalismo televisivo. Desgraciadamente no ha sido la única televisión que ha cerrado y mucho me temo que no será la última. Hay una parte de la audiencia que se ha quedado huérfana, sus intereses no cumplen con las expectativas económicas de los grupos de comunicación porque no suponen una audiencia rentable. Parece que ya ha pasado el tiempo en el que la pluralidad informativa, la televisión de calidad, cuando la diversificación del mercado televisivo se consideraban un bien de interés general. Las empresas del sector está claro que quieren uniformizar a la audiencia, anestesiarla hora tras hora delante del televisor con shows dirigidos por enanos de circo que están a años luz del buen periodismo.
  Cuando cierra un medio, perdemos todos, los profesionales que trabajan en él, pero también los ciudadanos. Es como si nos amputaran la lengua, como si nos cercenaran una parte del cerebro y nos privaran de nuestra memoria social, aquélla que necesita debatir aspectos sobre su identidad y sobre su futuro. El cierre de CNN, la venta de Cuatro, el mismo destino que le espera a La Sexta, y alguna que otra televisión son síntomas de la mala salud que padece España.
  ¿ A quién no le dio escalofríos ver como se despedían los trabajadores de la CNN? ¿Quién no sintió algo de vértigo cuando a continuación el canal Gran Hermano irrumpía como un troglodita en nuestro salón? A mi juicio, algo grave está pasando y aún no somos del todo conscientes. A golpe de talón se está empobreciendo a una audiencia cautiva, no digamos el daño que esto supone también para la libertad de expresión de nuestro país. Los medios están siendo adquiridos por empresas amigas de una ideología concreta, empresas a las que poco importa la cultura y el pensamiento divergente. La calidad de los productos televisivos, por supuesto, no está incluida en sus parrillas de emisión. La profesionalización y el trabajo adecuadamente remunerado de quienes intervienen en la producción de esas cadenas han dado paso, ahora más que nunca, a abusivos contratos basura como una forma manifiesta de denigrar la profesión de los técnicos y periodistas que trabajan en el sector. Si uno no participa del juego, no importa, la productora buscará a otro al que no le quede más remedio que aceptar esa relación laboral vejatoria.    Y es que quienes manejan hoy el cotarro saben de sobra que la mierda siempre ha sido más barata que la creatividad, la cultura, la inteligencia y el buen gusto. “Caca, culo, pedo, pis”, aquella retahíla de palabras prohibidas de nuestra infancia es hoy la fórmula mágica para quienes se están hinchando los bolsillos en la era de la televisión digital. Los excrementos se nos sirven directamente en casa a través de fibra óptica en nuestros televisores 3D y con TDT integrada. Ellos creen, porque las mediciones de audiencia así lo confirman que los espectadores no abandonarán jamás la fase anal, aquella de la que nos habló Freud; confían en que el espectador continuará siendo el consumidor conformista que día tras día se sienta ante el televisor para tragarse cualquier zurullo amarillista. No les arreo ganancias por muchos años, por lo menos eso me empeño en creer. Todo acaba por aburrir a la audiencia, hasta la CACA DE LUXE. Apaga la tele, mejor quémala y pásate a la radio antes de que la caguen del todo.