En estos días finales del año, proclives a recuentos y resúmenes, a veces me vienen a la memoria melodías que no se vuelven a recuperar en ninguna selección comercial al uso, como esta de Carmel. Me siguen gustando sus ritmos jazzísticos y su voz prodigiosa. Incluso tuve la oportunidad de verla actuar en directo en Sevilla, durante uno de esos veranos que a la ciudad le dio por la difusión cultural en el solar del Prado de San Sebastián. Cada pequeño golpe que recibimos nos deja huella: así lo canta ella y así lo siento yo. Pequeños golpes que nos moldean cómo somos... hasta que uno final te derrumba. Es la mejor definición de vida que conozco.