Cada uno elige su camino

Por Emmaamme

Uno de mis mayores aprendizajes ha sido ACEPTAR que cada uno elige su camino y respetarlo sin intentar convencer que “por ahí no”, que te la vas a pegar, que te va a doler, que ése no es el que más te conviene, que hay muchas piedras con las que tropezarás y caerás, que no hace falta hundirse ni tocar fondo, que el Amor trae paz no caos.

Aprender que todo eso forma parte del proceso y que, igual que en su día yo lo atravesé, otros están empezando a hacerlo y algunos se pueden quedar atrapados en él. Aprender que mi verdad no es la Verdad y que no soy nadie para decirle a otro nadie por dónde TIENE QUE caminar y cómo hacerlo.

Y sobretodo, me ha costado con la gente que quiero, donde su felicidad es mi felicidad y su sufrimiento mi sufrimiento, donde sus lágrimas me lloran a mí y sus sonrisas se ríen en mi boca. No es fácil cuando no se puede hacer nada porque la consciencia está ciega y es incapaz de ver la luz. No es fácil convivir con la impotencia, con el personaje de “salvadora”, con la culpa y con la vergüenza.

AMOR es ESTAR ahí sin pretender que sea de otra manera, es permitirle al otro que esté perdido el tiempo que necesite, el tiempo que quiera, es callar verdades que no van a ser escuchadas, que sólo van a provocar más dolor en un corazón que se ha apagado, es hacer acto únicamente de tu Presencia, es disfrazar tu sabiduría de silencio para que diga sin decir, para que las palabras no se interpongan ante la evidencia.

Amar no es salvar. Amar es dejar que sea el otro el que aprenda a salvarse a si mismo, a valorarse, a confiarse, a creer en él para así poder amarse. Amar es decir NO para que él se diga SÍ. Amar es echarse a un lado para que él tome sus riendas. Amar es observar con él, no Ver por él. Amar es apoyarle, no tirar de su carro. Amar es soltar amar-res para que vuele en libertad.

Cada uno elegimos cómo vivir, cómo morir y qué nos llevamos al otro lado, si es que hay algún otro lado diferente a éste. Cada uno tenemos nuestra forma de ser y de no ser, nuestra manera de sentir y de no sentir, nuestro escondite de ese mundo que nos tambalea y un paraíso que nos recuerda nada más pisarlo que nuestro “nombre” no está compuesto de letras sino de latidos.

Ninguna de ellas es la correcta y todas lo son. La que hoy me sirve, mañana está obsoleta. Lo que hoy me resuena, mañana me rechina. Lo que hoy Creo, mañana lo re-niego una, dos o tres veces, como hizo aquél. Y no porque lo de ayer era mentira sino porque hoy ya no soy la misma.

Nada permanece, todo se transforma.

Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Cuando una piel muere, otra la cubre. Cuando dejo ir, doy permiso para que algo nuevo venga. Cuando doy una mano, alguien me la da a mí. 

¿Cómo voy a recordar si no sé que he olvidado y qué he olvidado?

Todas las preguntas tienen una respuesta, pero no todas las respuestas son las que queremos oír ni tenemos la certeza de que “así sean”. 

Llega un momento en el que no necesitas ni preguntar ni responder ni aprender ni evolucionar ni caminar ni cambiar ni mejorar ni sanar porque SABES que todo eso que buscas fuera siempre estuvo y está en ti, que ningún maestro enseña a un alumno porque no existen ni los maestros ni los alumnos, sólo una voz interna que te está diciendo, desde que naciste, qué es lo “mejor” para ti.  

Llega un momento en el que sólo quieres disfrutar, jugar, sentir, vivir y Amar, y tu misión, tu destino y tu propósito se convierten exclusivamente en eso. Todas las demás “cosas” dejan de tener sentido. Vuelves al punto de partida sin haber dejado de jugar y con un As en la manga:

Saber que aunque pierdas nunca vas a perder

porque Tú eres el tablero, las fichas, todos los jugadores, los dados,

el que los lanza, las casillas, las trampas, los castigos, la banca

 y el que CREÓ, el que ELIGIÓ este juego al que llamaron VIDA.


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