Kichi, el hombre de Podemos elevado hasta la alcaldía por el apoyo del PSOE, tiene fuerza mediática. Su aspecto de intelectual perroflauta estrafalario atrae a la opinión pública hasta el punto de que, si él quisiera, podría disputarle al mismo Pablo Iglesias el protagonismo gráfico de Podemos. El alcalde podemita basó su campaña en cambiar la ciudad como un calcetín y sintonizó con las muchas víctimas de la crisis, desprotegidos, desempleados y pobres, a los que prometió de todo: que habría trabajo, que los ricos pagarían mas impuestos, que todos tendrían viviendas dignas e ingresos y que los desahucios cesarían, entre otras muchas cosas.
Hoy, un mes después de la toma del Poder, la ciudad esta mas sucia y frustrada y los que antes estaban indignados con la alcaldesa Teofila, del PP, a la que acusaban de elitismo y de insensibilidad con la pobreza y el desamparo, empiezan a estarlo también con el alcalde Kichi, aprendiendo con frustración y desencanto que una cosa es predicar y otra dar trigo.
Si el "mesías" Kichi sigue fallando, los gaditanos pueden despedazarlo en los próximos carnavales, a pesar de que Kichi sea un conocido chirigotero de la ciudad. Cádiz es maestra en gracia urbana y en crítica corrosiva porque sabe mezclar el humor con el sarcasmo y la mas exuberante imaginación, un cóctel mortífero capaz de destrozar la fama de cualquier líder fracasado.
Con la administración municipal semiparalizada, la vida de Kichi se torna un infierno. Sus "fans" de hace unos meses le esperan ahora en su domicilio para reclamarle lo que prometió y las concentraciones en las puertas del ayuntamiento son casi diarias.
Algunos de sus amigos dicen que Kichi está desconcertado y que en realidad no sabe como poner en marcha la ciudad.
Pero la realidad es que tiene poco tiempo para demostrar que es un buen alcalde y que él es consciente de que si realizara una buena labor su futuro político, dentro del perroflautismo español, podría ser estelar.