Una visita obligada para cualquier turista que llega a la ciudad de Murcia, tras pasar por la Catedral de Santa María y el Museo Salzillo, es el Casino. Y es en uno de los laterales de este edificio, en la calle Montijo, es donde podemos encontrar este pequeño bar, uno de los secretos mejor guardados y más castizos de la gastronomía local. A pesar de estar tan céntrico, son muchos los murcianos que desconocen su existencia. Llamarlo restaurante se le queda grande, decir que es una cafetería es ningunearlo. El término correcto es bar, el bar total donde la presentación de los platos, el mobiliario o el concepto carece de importancia. Aquí se ofrece cordialidad y buenos alimentos en manteles de papel. En su barra, dirigida con gran maestría por Ángel y Roberto podemos encontrar una gran oferta de productos a un precio muy atractivo. Da igual haber estado mil veces, que ser la primera ver que entramos en Orly, el trato siempre es exquisito y desde el primer momento te tratan como si fueras un cliente de los de toda la vida. Nosotros solemos quedarnos en la calle, y desde la ventana hacemos nuestro pedido. ¿Qué se puede pedir aquí? A parte de productos frescos de mercado como las navajas, cigalas, cañaillas u ostras en días contados, nosotros solemos pedir los caballitos, que los hacen de buen calibre, ternera en salsa que está de escándalo, chopitos rebozados a la andaluza, magníficos calamares con tomate, sangre frita con su cebolla y piñones y así una innumerable lista de platos en un ambiente muy familiar. Todo muy clásico, marineras, croquetas y tigres sí, nada de sushi ni cocina fusión. Si tienen vasos vintage, seguramente serán originales, nada de reproducciones retro. A veces me pregunto cómo es posible que tengan tanta oferta en tan poco espacio.A parte de tapeo, y sin olvidarnos de los bien que tiran las cañas y del plato de cacahuetes y patatas fritas caseras que sirven con ellas, está la opción de comer en la mesa, tanto el menú, como la infinidad de platos que ofertan. Muy recomendable el trimarino y los arroces, sobre todo el de pollo o las platos de cuchara. Aún recuerdo el plato de alubias con perdiz escabechada que una vez me sirvieron. El único pero que le he encontrado es con el caldero, que la única vez que lo probé aquí no me convenció lo más mínimo. Era un arroz oscuro que en nada se parecía al concepto platónico de caldero. Así que quien quiera caldero, que se vaya al Mar Menor.Por si no os habéis dado cuenta, yo soy muy del Orly. Porque si ellos desde el principio te tratan como si fueras un cliente de toda la vida, yo me he tomado esa licencia y ya me considero uno más de una parroquia donde se puede comer muy bien por un precio muy económico. Eso sí, si no queremos que se nos suba la cuenta, evitar cigalas, gamba y bivalvos.