Quizás cuando el ministro para las Regiones de la UCD, Manuel Clavero Arévalo, pronunció esta frase, no pensó que tuviera tanto recorrido y que actualmente estuviera en los corrillos políticos y tertulias. La historia empezó con la bautizada “Constitución Gades” (el bailarín Antonio Gades era por aquel entonces el personaje famoso) cuyo modelo consideraba una España distribuida en dos pisos: tres estatutos federales y distintos (Catalunya, País Vasco y Galicia) y una amplia desconcentración administrativa en el resto del país, con regiones sin potestad legislativa. Las voces discordartes, originarias de Andalucía, dirigidas por un PSOE, por aquel entonces ya bien estructurado, y conducidas dentro de la UCD por Clavero Arévalo, quien no aceptaba privilegios hacia determinadas regiones. La partida de ajedrez la ganaron y la “Constitución Gades” se abandonó. Al final lo que se hizo fue que todas las regiones tuvieran su Estatuto de Autonomía, aunque su tramitación fuera distinta y sus competencias adquiridas hayan ido desdibujando la línea que medía a todos por igual. El sentimiento de emulación guió todo el proceso. Todas podían servirse su propio café aunque los posos fueran distintos. El goteo constante de transferencias hacia las Comunidades Autónomas con el fin de lograr un estado descentralizado, pero a la vez uniforme, que gestionara mejor los recursos estatales ha originado un mapa en que cada comunidad funciona de una forma diferente con unas competencias y normas distintas en determinadas materias que hace que determinadas leyes, aprobadas en el Congreso de los Diputados, no se apliquen del mismo modo en las distintas Comunidades Autónomas. Por ejemplo, la aplicación de la Ley de dependencia.No hay que ser negacionistas con este sistema, porque durante los primeros años de democracia sirvió para configurar de nuevo a un país en un régimen de derechos y libertades con la recuperación de la identidad y la singularidad de la diversidad perseguida en el franquismo. Pero como todo en la vida, nada debe tener el don de la perpetuidad. Poner en revisión el modelo no puede ser negativo. Resulta paradójico que las nuevas reformas territoriales, como lo fue en su día la creación de las Comunidades Autónomas, no sustituyeran a las organizaciones anteriores, como eran las circunscripciones provinciales, diseñadas poco tiempo después de la Constitución de Cádiz de 1812. Seguimos añadiendo más pisos a una casa convertida ya en rascacielos (Ayuntamiento; Mancomunidad; Diputación provincial, foral o cabildo insular; Comunidad Autónoma y Estado, todos ellos rodeados de más entes administrativos). Se ha construido sin revisar unos cimientos desgastados, que han sido suplantados por otros, pero no sustituidos. Un doble muro que ya no se sostiene. Una carga extra que en vez de llegar a ser chocolate, agua un café que ya ha perdido su sabor original.