Han sido muchas mañanas escuchándolos venir por el pasillo hasta mi cama, pidiendo juego y desayuno desde bien temprano. Muchas mañanas desperezándonos, lavándonos, preparándonos el desayuno. Compartiendo risas y quejidos mañaneros, bizcochos, tostadas y galletas. Ellos con su leche y yo con mi café. Ellos con sus biberones y yo con una de mis tazas. Así empezaban nuestras mañanas. Muchos meses. Muchas mañanas juntos.
Reconozco que ahora tengo más tiempo para mis cosas, y he recuperado cierta tranquilidad. Pero no es lo mismo. No es lo mismo pasar cada mañana sin jugar al menos rato con los pequeños, con sus Legos, sus lápices de colores, sus puzles y sus cuentos, hacerles cosquillas, o correr por el pasillo tras ellos. No es lo mismo ir a hacer las compras por el barrio sin ellos. Antes también era una excusa para pasearlos, y siempre eran el centro de atención en la frutería, en la carnicería, en el quiosco. Y después un rato al parque, a jugar con ellos. Ahora no es lo mismo. Tengo más tiempo, y más tranquilidad, pero no es lo mismo.
Y a la mañana siguiente, después de llevarlos de nuevo al cole, me vuelvo a casa, a mis cosas. Pero no es lo mismo. Ahora me tomo el café solo.
¡Que la Fuerza os acompañe!