Tras el sitio implacable del gigantesco Caixabank sobre Novagalicia Banco, y su derrota ante un pequeño banco venezolano, podría afirmarse que los capitalistas catalanes que sigan callados ante el separatismo sufrirán similares resultados mientras dejen gobernar a Artur Mas.
El independentismo está provocándole graves daños al empresariado catalán, como acaba de ocurrir en el concurso del FROB para vender, con pérdida mínima de 8.000 millones de euros, los restos de las antiguas cajas de ahorros gallegas.
Si Caixabank se hubiera enfrentado públicamente al separatismo recordando que su gran negocio es España, el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, no habría tenido la osadía de oponerse a medio gobierno para conseguir que Novagalicia se le entregara a un venezolano basándose en que promete mantener la galleguidad de la entidad.
Una vez que el Estado le ha facilitado Novagalicia Banco a Banesco, el mayor banco venezolano pero muy inferior al que compra, cabe imaginar la irritación de Caixabank, que creía que se apoderaría de esa institución depositaria de casi mitad del ahorro gallego.
A Caixabank le faltaba controlar Galicia para cerrar su exitosa y rápida expansión por toda España, donde a finales de 2012 tenía ya 6.342 oficinas, 9.696 cajeros automáticos y 13 millones de clientes, la inmensa mayoría fuera de su región de origen.
La excaja catalana presentaba mejor experiencia que los otros bancos licitantes, como Santander o BBVA, para administrar buena parte del ahorro gallego, acostumbrado a sus antiguas cajas, hoy banco quebrado.
Aunque en Galicia hay reticencia al capitalismo catalán tras adquirir empresas como FENOSA, sentida como gallega aunque tenía base antes en Madrid, y Pescanova, a pesar de salvar esta última.
Eso, y el silencio de Caixabank ante el independentismo, lograron que opinión pública y gobierno gallego apoyaran a Banesco, propiedad de un venezolano hijo de emigrantes españoles.
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SALAS