Cajero automatico o la puerta del averno

Publicado el 01 enero 2015 por Carmen Ferreira @negocioscaninos

Cajero automático

G se acercaba al cajero automático que estaba a dos manzanas de su casa, tenía la costumbre de ir una sola vez al mes a sacar los 450€ con los que se apañaba, incluso normalmente le sobraban unos 60€, iba al salir de el trabajo como siempre desde que tiene recuerdo de tener tarjeta del banco y en su cabeza (una intrincada máquina de elucubrar suposiciones, crearse problemas antes de que ocurran y de poner una valla eléctrica entre sus dedos y lo que desea) siempre se creaba la misma preocupación “se tragará mi tarjeta”, “podré estar un día entero sin dinero”, “y si la roban y me vacían la cuenta” el tercer supuesto le ponía enfermo se imaginaba pidiendo permiso en el trabajo al día siguiente para ir a buscarla al banco, cerca de tres metros del cajero automático  G no paraba de repetirse el pensamiento “….y si soy fruto de una estafa”

G abrió la cartera, miró la foto de una chica muy guapa con un peinado ochentero que le vino con la cartera y sacó de entre unos folios la apreciada tarjeta le daba el sol en la espalda e intentaba tapar un poco la pantalla para ver “esto lo hacen aposta para que no te enteres de lo que haces” pensó para sí mismo.
La tarjeta entró como siempre, lentísima, parecía que le costaba tragarse ese trozo de plástico. Tras hacer unos cuantos ruidos la pantalla se iluminó con un mensaje “banda magnética rallada” y se la devolvió con la misma parsimonia con la que había entrado, G que la cuidaba tanto y la mimaba entre folios limpios no podía entender que no la leyera así que la frotó en su camisa y volvió a intentarlo y el resultado fue idéntico, insistió otra vez y la tarjeta ya no salía, estaba en la barriga de ese monstruo metálico.
“Ya lo sabía algún día me tenía que pasar, acabo de cobrar ¿y si le sale mi tarjeta al siguiente?” Ahí estaba su cerebro dando alas a la paranoia, y empezó a golpear al cajero al principio suave pero ya le dio la primera patada con fuerza e intentaba meter los dedos por las ranuras como haría un mono chico.
-Dame mi tarjeta!!, cabrón!!,-chillaba.
Miró en el cajero automático a ver si había un teléfono de atención al cliente pero alguien se había entretenido en rascarlo miró al techo y vio la cámara de seguridad, apuntando al cajero, lo que me faltaba pensó y se quedó apoyado a la pared esperando a que alguna persona sacase dinero. El barrio aquél era obrero y la mayor parte de la gente que vivían allí eran ancianos, el comercio había desaparecido por completo y como decía “la Frutera” estaba muerto hace años, así que de pié en el cajero esperando el tiempo se le hacía eterno, de vez en cuando intentaba toquetear las teclas a ver si por casualidad la escupía pero no estaba de suerte y pasaron dos horas y el en su come-come se sentía el hombre mas imbécil del mundo como si fuese al único  al único que se le traga el cajero la tarjeta, y el martillo de su neurosis golpeaba con “la de estafas que hay y si me quitan mis ahorros?”.

Por fin pasó una mujer al cajero automático, joven morena y con dos niños pequeños, vestidos casi igual y comiendo gusanitos como patos, ella llevaba bolsas de la compra y al verlo dentro del cajero se asustó un poco.
-Señor le importaría salir voy a sacar dinero?. Le dijo suavemente.
-No es que se me ha tragado la tarjeta y estoy esperando a ver si sale.
-Venga mañana y seguro que se la dan, si viene pronto no ha ni cola.
-Le importa que me quede, no vaya a ser que le salga a usted la mía en lugar de la suya.
-No creo!, mire tengo que sacar dinero, ya verá que no es así, vaya tontería.
-me está llamando tonto?
-no que va pero déjeme sacar dinero.
La mujer estaba nerviosa e intentó sacar su cartera del bolso, los niños la miraron y comenzaron a llorar primero uno y luego otro, al final sacó la tarjeta y tecleo su numero el importe y en el momento que el cajero escupía la tarjeta G en un gesto de valentía se abalanzo entre ella y el aparato y cogió la tarjeta que salió del cajero, levantándola en lo alto como el que sujeta un décimo premiado.

La señora comenzó a gritar y los niños se tiraron en el suelo victimas del pánico, ante tal alboroto y el forcejeo entró un joven agarro a G y lo tiró con fuerza al suelo, G no sentía ni dolor sólo pensaba en como había llegado al suelo, lo que había pasado esa tarde era mucho mas intenso de lo que alguna vez pensó que le llegase a pasar en toda su vida junta.
G miraba boca abajo en el suelo la cantidad de gente que se arremolinaban a alrrededor, miraba las punteras de los zapatos tan distintas unas de otras incluso vio unas patitas de perro aquello hizo que se intentase incorporar y mas gente sobre él que intentaban reducirlo y que no se moviera.
Aquellos minutos parecían días, escuchaba comentarios y oia a la gente decir que “está loco”, “un peligro” , “con dos niños pequeños”, …..También oía a la señora histérica y un ruidito mecánico parecido a un fax, no era una emisora…claro como la de la policía “Lo que me faltaba la policía” “y si aprobecho y les pido que llamen al director, abriría el cajero y me devolvería mi tarjeta” un policía se acercó a él y le ayudó a levantarse bruscamente y le miró con cara de poco amigos.
-Señor gracias,¿me pueden ayudar?, mi tarjeta está dentro del cajero y no quiero que la robe ningún delincuente. Dijo intentando disculparse del incidente.
-No el banco tiene un horario, deme su documentación, ¿conocía a esta señora de algo? O va asustando mujeres en los cajeros.
-yo solo queria ver si el cajero le había devuelto mi tarjeta, noe puedo ir sin ella
-Parece que no le va a denunciar pero debería ir a un psiquiatra, de todas formas necesito sus datos por si decide denunciarlo.
Estuvo dando datos como un corderito, los policías comenzaron a preguntarle cosas personales sobre si estaba casado si era homosexual, aquello le parecía excesivo y no obstante lo era eran demasiadas preguntas.
-pero tengo que contestar eso?
-no es obligatorio. Dijo el policia mas viejo medio riendose, como si de una broma se tratese.
G se sentía impotente la situación era tan incomoda para él, su tranquilidad y timidez eran parte de su vida íntima jamás se atrevió a quedar con una mujer a veces se sentía tentado cuando iba al cine por saber que se sentía al besar, al tocar a alguien, pero temía ser contagiado por todos los germenes del mundo, un universo de células muertas de otra persona mezclandose en la superdicie de su piel, entrando en cavidades con fluidos y escrecencias. Por eso a él le encantaba la mujer de su billetera guapa saludable y ese look hacía suponer a las cajeras que era la foto de su esposa de joven era como un espantapajaros de bolsillo que auyentaba a los problemas perfumados.
Los policías comenzaron a disolver el grupo de curiosos y G aprovechó para arreglarse la ropa al intentar abrocharse la camisa vio que el botón no estaba miró al suelo e intento buscarlo.
-Váyase a su casa, derecho, la que pone en el DNI es su dirección?
-Si claro agente por supuesto.
-Pues esté atento la mujer estaba muy histérica y seguro que cuando hable con el marido le denuncia, o a lo mejor le da una paliza.
-Pero….
-Tome la documentación y váyase de aquí mañana venga a por lo que quiera, y vaya a un especialista esto suyo es para hacerselo mirar, no se puede ir atacando a mujeres sin ton ni son por la calle.- dijo el agente con tono de guasa.
Los policías ya debieron encontrar aburrido a G estaba al borde de un pasmo, sudoroso y desarreglado, se encontraba mareado de la tensión y el chico que se tiró sobre el le había hecho dañó, así que pensando que quizás G les pidiese que lo llevasen al hospital o a denunciar decidieron darle ese rapapolvo e irse a patrullar.

Camino de casa dio un repaso fugaz a la tarde y pensó que mejor esperaría cerca del cajero en algún bar esperando a que anocheciese para poder dormir dentro.
El bar de enfrente era un bar de “viejos” de esos que hieden a freidora y vinagre, había unos tarros enormes con una especie de pepino casi de un kilo y una botella de vino con la cara de Franco y la bandera española a juego con una cabeza de toro que parecía haber sido disecada por las moscas y el calor de el sitio.
-Por favor me podía poner un vino tinto
-¿Tu eres el loco ese rojo?¿que ha intentado atracar a una señora?
-No que va .dijo G asustado.
-No tienes pinta de revolucionario.
Esa señora si que daba miedo, mientras le servía el vino de brick en un vaso de chato se rascaba la espalda con ese útil tan castizo llamado la mano de mono y miraba de reojo la televisión.
El bar era mugriento y la pintura plástica brillante le daba la sensación de humedad, intentaba llevarse el chato a la boca pero el vaso grabado al Estropajo ya casi blanco le daba un asco que le removía las entrañas, miró a la calle y vio aparcando sobre la acera el camión de prosegur. “estoy salvado” pensó y corrió hacia él como si fuese el ultimo tren del día.

Mientras G corre hacia los vigilantes de Prosegur, se dice a sí mismo: no me pondré nervioso, no levantaré la voz, les trataré con mucha educación. Aquella frase que tanto le habían repetido “se cazan mas moscas con miel que con hiel” se había convertido en una de las grandes máximas en su vida.
Llegó hacía ellos sudado y acelerado, se secó el sudor de la frente con un pañuelo de tela que tenía cuidadosamente doblado en un bolsillo y con un hilillo de voz suplicante:
-Por favor, Serían ustedes capaces de darme mi tarjeta, por la tarde se la tragó el cajero, y temo que se la pueda dar a otra persona, soy un oficinista y si por algún casual me desaparecieran los ahorros de toda mi vida….-intentó mirar a los ojos del seguridad un hombre grandon con barba y unas gafas sucias, muy sucias, aquellas gafas (de las que G ahora era incapaz de quitar la vista) eran pasadas de época y con la capa de grasilla que tenían parecía como cuándo alguien se prueba unas gafas usadas de mercadillo.
-Buenas noches, nosotros sólo podemos hacer la retirada de dinero, tendrá que venir mañana- dijo el otro mas joven y bajito, con la cabeza rapada y una perilla que le desproveía de el aspecto de pene vestido que debía tener sin ella.
-Ya pero mañana no sé si será tarde.
-Has llamado para anular la tarjeta? -dijo el de las gafas.
-No quiero anularla sólo recuperar mi tarjeta, no sabe que importante es para mí ! No puedo faltar al trabajo.
-Pues vas a tener que faltar y ya está. ¿por favor nos deja continuar?, no podemos entretenernos mientras trabajamos. En esto no podemos ayudarle.
G les dio las gracias y volvió al bar, el bar desde fuera parecía mas nuevo que por dentro, los carteles rojos de plástico le daban un toque de brillo que una vez dentro era sustituido por el cristal fregado con lejía y las marcas de vasos de la barra. También tenía unos barrotes redondos, finos a modo de rejas lo cuál le parecía según entraba que pasaría un buen rato de la noche en ese calabozo cañí rodeado de flores de plástico y tabaco negro.
La camarera se había cambiado de ropa, ahora llevaba una camiseta con un estampado de flores muy escotada y ajustada que dejaban toda su figura a la vista, aquella barriga por encima del vaquero que parecía se pequeño de talla le parecía un intento frustrado de vestirse mejor, estaba mejor con bata me daba mas confianza, pensó.
-Hola de nuevo, me puede poner una cerveza pequeña. Dijo como cuándo vas de viaje a otro pais y no sabes si van por piezas, por kilos…
-Botellín o caña?
-Botellín, por favor- esa pregunta era fácil recordemos el vaso.
-Tomé unos cacahuetes. Le puso unos bultos de sal en los que en su corazón debía de haberlos pero necesitaría algún útil para romper esa capa de sal gorda, sólo pensar meterse tal pieza en la boca le producía llagas.
La mujer se agachó a la cámara de la cerveza,sacó un botellín y se lo acercó, y se fué a la otra parte de la barra dónde habían tres hombres mayores y colorados de tez que debían de ser los clientes VIP, ya que con cualquier gesto ella diligentemente les ponía una ronda. Estaban alborotados, y entre el fútbol y otras cosas le oía hablar de política como si fuesen a arreglar algo, uno de ellos lo miró y le dijo:
-Ven para acá, eres nuevo en el barrio?.
-No estoy de paso, dijo con la mayor discreción, He tenido un incidente y creo que hasta que no lo solucione me quedaré aquí.
-De que equipo eres?
Esa pregunta era trampa y para nada era fácil de contestar, no obstante intentó en el trabajo hacerse pasar por forofo del Real Madrid y lo recuerda como una de las peores ocurrencias que tuvo en su vida, le invitaban a ver los partidos y tenía que fingir que le interesaban, también le regalaban cosas con el escudo del equipo eso era lo peor llevaba ponerse una gorrita a modo de jubilado e ir ridículo desde casa con la bufanda que le habían regalado a ver un partido con compañeros de la oficina, cuándo decidió cortar aquella relación con los compañeros, para él era un dispendio de dinero beber cervezas en un bar, fingir que estaba emocionado y al día siguiente escuchar los comentarios del partido, eso había roto el velo de normalidad que mantenía en el trabajo a partir de aquello pasó a ser el raro de la oficina y le evitaban a la hora de comer.
-Del Madrid.-dijo al ver de reojo una botella con el escudo.
En ese momento G sabía que la noche iba a ser muy larga, así que dio un sorbo corto a su cerveza y miraba de reojo un cartón apoyado en un contenedor, me espera la peor noche de mi vida… pensó.

Continuará….