1. Acción y efecto de calar (‖ un melón u otras frutas semejantes). 2. Pedazo cortado de una fruta para probarla. 3. Supositorio laxante. …Y otras 11 más…
Amigos hoy tenemos una palabra extraordinaria, sin duda fuera de lo común, no por su tamaño ni por su sonoridad, pero sí por la cantidad de sus variados significados... Veamos el resto de sus acepciones, además de las 3 que ya hemos señalado:
*(4): Rompimiento hecho para reconocer el grueso de una pared o su fábrica o para descubrir bajo el pavimento cañerías, conducciones de agua, electricidad...
*(5): Parte más baja en lo interior de un buque.
*(6): Parte del barco que se sumerge en el agua.
*(7): Plomo que hace hundirse a la sonda o al anzuelo.
*(8): Pieza que, en las linotipias -máquina de componer, provista de matrices, de la cual sale la línea formando una sola pieza-, regula la anchura de la caja y el largo de las líneas.
*(9): Lugar distante de la costa, propio para pescar con anzuelo.
*(10): Tienta que mete el cirujano para reconocer la profundidad de una herida.
*(11): Investigación en algún campo inexplorado del saber.
*(12): (En modo coloquial) Peseta, moneda española.
*(13): (De origen prerromano) Ensenada pequeña
*(14): (Del latín calla, cierta planta) Planta acuática aroidea, con hojas radicales de pecíolos largos, espádice amarillo y espata grande y blanca.
Y expuesto el arsenal de definiciones de nuestra palabra del día, encontramos un magnifico ejemplo de uso de la decimotercera acepción en la obra del escritor español y miembro de la Real Academia Española Miguel Delibes Setién (1920-2010), concretamente en su primera novela, La sombra del ciprés es alargada:
“…Ya dejábamos atrás la pequeña cala con sus impresionantes y agudas crestas. Las gaviotas nos acompañaban un rato y espaciadamente iban renunciando a seguirnos. De nuevo surgía de la tierra, ondulada y turgente, la maravillosa flora con sus mil matices de verdes combinados al desgaire. Nuevos bosques de castaños, pinos, eucaliptos...
En una ligera depresión de la costa asomaba un pueblo de pescadores, una veintena de casas blancas, recién lavadas, con sus lanchas delante, amarradas a un puertecito rústico y elementa. Algunas veces sus moradores nos decían adiós agitando trapos vistosos desde las ventanas. Otras tropezábamos con las lanchas metidas ya en faena, preparando las redes para la pesca. Pero al poco rato también el pueblecito, las lanchas y los pescadores quedaban atrás, perdidos en la distancia o a cobijo de una prominencia ribeteada por la estela de nuestro barco...”
¡Hasta la próxima cala en el fascinante universo de las palabras! :-)
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