Cuando una formación orquestal tiene la historia de la monegasca, pone la carne de gallina todo lo que ello conlleva. Es la mejor embajadora musical del principado monegasco y la calidad que atesora está en otra galaxia, con unos músicos auténticos virtuosos en todas y cada una de sus secciones logrando un sonido impresionante, un empaste envidiable, unas dinámicas estratosféricas, y así hasta el infinito. Creo que el magisterio de Marec Janowski aún se nota. Si además ponemos al frente a una autoridad musical como el estonio (en vez del inicialmente previsto Yakov Kreizber) y en una gira española que finalizaba en Oviedo con paradas en Murcia, Madrid y Valladolid, presentando un programa heterogéneo pero brillante y conocido, el éxito está más que asegurado, siendo testigos de ello en la capital asturiana.
Para abrir boca El carnaval romano, Op. 9 de Berlioz con el poderío sonoro de este cuadro sinfónico compuesto por uno de los maestros de la orquestación, lleno de contrastes y sutilezas que acabarían siendo la seña de identidad de todo la velada desde una batuta contenida donde el gesto corporal era suficiente para matices, tempos y mínimas indicaciones que remarcaban el protagonismo del momento.
La propina, con momentos donde el director marchó para dejar sola a una orquesta perfectamente "engrasada", el final de la Farandole de Bizet (pertenciente a la Suite de La Arlesiana) que nos dejó un insuperable sabor de boca. Conciertos así son difíciles de escuchar y éste quedará en mi "retina auditiva" durante mucho tiempo.