Call girl, de Mikael Marcimain 15/04/2013
Posted by María Bertoni in 2013, BAFICI, Cine.trackback
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Especial. Cobertura BAFICI 2013
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El director nos traslada de a poco a un contexto de aparente perfección donde el Estado de bienestar se preocupa especialmente por los adolescentes, por ejemplo, asegurándoles acceso gratuito a preservativos y destinándolos a hogares realmente contenedores cuando presentan problemas de conducta. A priori, parece inspirado en las películas de terror que empiezan por sumergirnos en un medio en principio apacible y reconfortante para luego confrontarnos con una realidad insoportable.
Call girl se concentra sobre todo en la experiencia pesadillesca que vive la adolescente Iris Dahl cuando conoce a la madama Dagmar Glans (interpretada por Pernilla August, la actriz que encarna a Shmi Skywalker para sorpresa de los seguidores de La guerra de las galaxias) y se convierte en una de las menores inducidas al ejercicio de la prostitución. La condición de víctima múltiple de la protagonista (víctima del abandono familiar, del proxenetismo, de una clientela impune y de un Estado por momentos incompetente, por momentos cómplice) se convierte en eje narrativo principal.
En este sentido, la propuesta de Marcimain es mucho más que un thriller político y policial. También presenta un alegato en contra de la indefensión y estigmatización de los individuos (en este caso dos menores) chupados de una u otra manera por las redes de prostitución, y por lo tanto en contra de la connivencia estatal cuando la clientela involucrada ocupa altos cargos públicos.
Ante esta observación algunos espectadores encontrarán ciertos puntos en común entre Call girl y la inolvidable L’Apollonide. Souvenirs de la maison close, del francés Bertrand Bonello.
Marcimain prescinde del morbo a la hora de describir la rutina laboral de Iris y su amiga Sonja, y sin embargo consigue provocarnos la sensación de estar navegando aguas putrefactas. Se destacan especialmente las actuaciones de la mencionada August y de las chicas Sofia Karemyr y Josefin Asplund. Por otra parte impresiona la reconstrucción de la Suecia de antaño, tan aparentemente civilizada como profunda e irreparablemente corrupta.