Call Me by Your Name, italian apricot

Publicado el 26 enero 2018 por Cineenserio @cineenserio

Más allá de lo que os pueda parecer Call Me by Your Name, la nueva película dirigida por Luca Guadanigno, sus créditos finales ya merecen por sí mismos el precio de la entrada, incluso si éste ronda los doce pavos que los multicines insisten en clavarnos cada fin de semana. Esto no admite discusión, su final es redondo. Su última media hora es redonda. La cinta está plagada de escenas redondas y que perdurarán eternamente en la retina del espectador. Esto es así.

Me gustaría decir que el resto de metraje también está a la misma altura, que me ha maravillado tanto como a los demás seres humanos del planeta y que no tengo nada malo que decir de ella. Sólo os puedo dar por válida la tercera afirmación. A veces me planteo si soy un monstruo, un ser sin corazón o si simplemente el pase de prensa me pilló con el pie cambiado. Después de todo, tuve los cojones de llorar con el tercio final de Señor, dame paciencia, así que algo podrido tiene que habitar en mí. Definitivamente.

Pero aunque piense que Call Me by Your Name dura tranquilamente una hora más de lo que debería, cierto es que por cada tramo que se me hacía algo pesado había alguna escena capaz de transmitirme sensaciones y emociones que ninguna otra película hasta la fecha había conseguido. Y son las escenas más tontas: bailes ochenteros, miradas que lo dicen todo, conversaciones en clave y albaricoques con aliño. Algo tiene. No sé lo que es. Pero ahí está. Evitando que aparte la mirada de la pantalla o que me quede dormido en pleno pase matinal.

Aunque me temo que ese algo tendrá mucho que ver con las excelentes actuaciones de Armie Hammer (injustamente ninguneado en los Oscar) y Timothée Chalamet, cuya química en pantalla arrasa sencillamente con todo y que, por desgracia, hace que el interés decaiga hasta límites insospechados en (casi) todas las escenas que no comparten juntos. Su dilatadísima tensión sexual es una de las más logradas, realistas y peculiares que he visto nunca en el cine. Lo curioso es que no resulta complicado verse reflejado en ella. Y sin necesidad de ser un jovencito confuso burgués que se pasa el verano tocándose la polla a dos manos, bañándose en la piscina de su casa y yendo a pasear en bicicleta con el maromo más follable de todo Hollywood.

Se agradece también una inusual humanidad en los personajes, el cero interés por parte del guionista de hacerlos más agradables o privarles de tomar decisiones irracionales o moralmente cuestionables cada dos por tres. Es imposible dejar de pensar en lo absurdamente patanes que llegan a ser, pero tampoco podemos evitar que en el fondo nos dé un poco igual. Bueno, a no ser que seamos James Woods. Que entonces sí, nos cabrearemos un montón.

Call Me by Your Name merece la pena. Las cosas como son. Y no puedo decir que sea la mejor película que he visto en mi vida, ni que me parezca absolutamente perfecta y maravillosa. Pero sí que sería un crimen decir que no la recomiendo encarecidamente: por esos momentos inolvidables, por esa química inigualable, por ese gusto estético, por haber mosqueado a James Woods, por esos créditos finales y por tener el mejor uso que he visto nunca del Radio Varsavia de Franco Battiato. Entre los planes de su director se encuentra el hacer cuatro secuelas. Y, pese a lo que pueda decir ahora, me juego el cuello a que si logra estrenarlas iré a ver todas y cada una de ellas.

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Tags: ¡Que dilema!, Armie Hammer, Call me by your name, james ivory, Luca Guadagnino, Oscars 2018, Sufjan Stevens, Timothée Chalamet