Los “call tv” son esos programas a los que la gente llama a un número de “tarificación adicional” (a un precio por minuto sensiblemente superior al normal) para acertar preguntas con enunciados sencillos (hay que motivar al personal para que llame) pero con “truco”: “¿cuánto suman los números que aparecen en pantalla?” Y uno, que sudó tinta con las derivadas segundas pero que se tiene en cierta estima y se cree capaz de sumar 5 guarismos, levanta el teléfono y llama. Pero resulta que no, que no era lo que a uno le había salido en su calculadora (que nos fiamos mucho de nosotros pero que por si nos equivocamos llevándonos las decenas, nos levantamos a coger la calculadora que regalan en la caja de cereales). Y entonces cogemos la calculadora científica que resolvía las ecuaciones de segundo grado y nos vuelve a salir lo mismo… ¿Cómo puede ser? Y entonces el presentador arenga a los espectadores invocando la capacidad mínima intelectual de un simio para resolver la cuestión planteada. Y la gente sigue llamando.
Estos programas tienen unos costes de producción muy bajos: un plató con dos muebles del Ikea, una línea telefónica con una centralita, una cámara fija, un realizador y un cachas o una gogó de discoteca con la ropa (poca) encogida. En países como Holanda se producen en un mismo edificio programas para cientos de cadenas de televisión. Son espacios como cabinas de fotomatón, una junto a otra, recibiendo llamadas de gente que quiere ganar un premio.
Las reglas existen, otra cosa es que se cumplan. Estas reglas dicen que el sistema de selección de llamada entrante en el programa debe ser aleatorio, que nadie que participe en la producción del programa puede participar en el concurso, tampoco sus familiares… Historia bien distinta es que estas normas se cumplan. Hace algunos años salió a la luz un escándalo debido a un premio que había ganado un hijo de un directivo de la BBC que recogió otro en su lugar. A raíz de aquello las cadenas (incluidas las españolas) hicieron un intento por revisar la “seriedad” de estos programas. Para las cadenas este es un negocio muy lucrativo (bajo coste y altos ingresos – más de los que podamos imaginar…) y no todas se lo tomaron con el mismo rigor.
Un amigo me ha hecho llegar este vídeo que me ha parecido muy divertido y que recoge momentos gloriosos donde se evidencia la duda razonable sobre la honestidad de estos concursos.