CALLE del 7 de JULIO

Publicado el 26 abril 2020 por Juansanguinocollado @juansanguino77

Placa de azulejos de la Calle del 7 de Julio. Taller de Alfonso Ruiz de Luna

No, el nombre de esta calle no tiene nada que ver con la festividad de San Fermín. La Calle del 7 de Julio (antiguamente Calle de La Amargura), una de las vías de acceso a la Plaza desde la Calle Mayor, nos recibe con unos relieves angélicos que custodian una lápida en la que podemos leer “a los héroes del 7 de julio de 1822”. Tanto el nombre de la pequeña calle como la lápida custodiada por sus ángeles recuerdan el acto heroico que tuvo lugar allí mismo el citado día, cuando el orden constitucional fue defendido por miembros de la Milicia Nacional, en representación del pueblo de Madrid fiel a la Constitución de 1812, tras la sublevación de cuatro batallones de la Guardia Real y parte del ejército dirigidos por el infame Fernando VII, el Rey Felón, en un nuevo intento de someter a la nación al más oscuro y retrógrado absolutismo.

Placa Conmemorativa A LOS HÉROES DEL 7 DE JULIO DE 1822

El cronista y bibliotecario perpetuo de la Villa, Mesonero Romanos, resumió así los hechos:  "...teatro memorable en la mañana del 7 de julio de 1822, en que se trabó una reñida acción entre la Milicia Nacional y la Guardia Real, sosteniendo aquella la Constitución y ésta el rey absoluto; de que resultó vencedora aquella en las calles de la Amargura, de Boteros y callejón del Infierno, que llevaron, después por algún tiempo, los nombres del Siete de julio, del Triunfo y de la Milicia Nacional".

Calle del 7 de Julio y arco de acceso a la Plaza Mayor

Benito Pérez Galdós inmortalizó los hechos de ese día en la segunda serie de sus Episodios Nacionales, concretamente en la quinta novela, titulada de manera homónima "7 de Julio". Escrita entre octubre-noviembre de 1876 y publicada ese mismo año, narra el frustrado intento absolutista de golpe militar que con apoyo del rey traidor provocó la sublevación de la Guardia Real y parte del ejército perpetrada en 1822 contra el gobierno de las Cortes constitucionales del llamado Trienio Liberal(1820–1823).

Ilustración de Los Episodios Nacionales, 7 de Julio, Galdós, 1884

Esos tres años de gobierno liberal precedentes estuvieron, en palabras del escritor, "marcados por las intrigas anticonstitucionales del Rey con su camarilla, el confesor Víctor Sáez, el conde de Moy, el marqués de las Amarillas y los duques del Infantado y Castroterreño". Poco quedaba ya, si es que alguna vez lo hubo, de las palabras reales "marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional" pronunciado dos años antes. El Rey Felón, obligado a aceptar la imposición decretada por la Junta Provisional Consultiva, aprovechó durante meses las diferencias entre liberales moderados y radicales. Ese mismo 7 de julio, capaz de cualquier cosa, planeaba culminar sus intrigas con un sencillo plan: apoyar el levantamiento de la Guardia Real y, recuperando el poder absoluto del trono, devolver al país a la situación previa a 1820, borrando a cañonazos el nuevo período constitucional.

Retrato D.N JUAN PALAREA El Médico  Coronel de los Reales Exercitos. M. Brandi, 1816

Para llevar a cabo su golpe y envalentonado por el apoyo del clero, la nobleza y los militares, el Rey comenzó por ordenar el secuestro de los ministros y del Presidente del Consejo. Con las autoridades bajo control, los cuatro batallones de Guardias entraron en la capital al son de sus ruidosos tambores, y dando vivas al Rey absoluto, pero pronto les plantó cara la Milicia Nacional, comandada por generales leales (como Juan Palarea El Médico o Fco López Ballesteros entre otros) e integrada por las gentes más humildes y la burguesía progresista. El resultado fue desastroso para los altivos golpistas, la sangre corría entre la mayoría de los profesionales de la Guardia Real, eran masacrados.

Grabado del 7 de Julio de 1822. Luchas en la Plaza Mayor.

Los que pudieron salvarse de la escabechina, se reagruparon en la Puerta del Sol, con la intención de llegar al Palacio Real para proteger al monarca instigador de todo aquello. Pero el absolutista se cagó de miedo. "Una bala de fusil penetró por una ventana, por lo que envió un mensajero para pedirle que cesase el fuego" describe Galdós. Si no mandaba a los soldados sublevados que se rindieran, las bayonetas de los libres penetrarían hasta su real cámara, por lo que Fernando VII se rindió al miedo, y a la cobardía. El absolutismo había sido derrotado y el golpe, un fracaso. “El rey era absolutista, el gobierno moderado, el congreso democrático, había nobles anarquistas y plebeyos serviles. El ejército era en algunos cuerpos liberal y en otros realista y la Milicia abrazaba en su vasta muchedumbre a todas las clases sociales” resume el escritor. Sus ambiciones eran tan obvias como su miedo, que fue lo que finalmente le hizo fracasar. No obstante, el monarca sobreviviría injustamente a muchos.

Retrato de Fernando VII, Leonardo Alenza, 1830

Los patriotas gritaban en las calles "¡Viva la Milicia Nacional!". La capitulación fue pactada en la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor, donde los cuatro batallones de la Guardia Real entregaron las armas, gracias tanto a los milicianos y los generales que desmontaron el plan de la Guardia Real como al Ayuntamiento de Madrid, que organizó el abastecimiento de las tropas de la Milicia Nacional que se enfrentaron a las fuerzas golpistas y evitaron la caída de la Constitución…