Ese que emerge colmado de misterio, apenas el visitante se aparte de los circuitos turísticos (de sobra conocidos en los medios de difusión), perdiéndose y adentrándose en este trazado de callejuelas angostas y tenebrosas que parecen luchar por romper la verticalidad, con bruscos recodos y callejones algunos sin salida indicándonos su origen musulmán, donde algunos guardan todavía el nombre de su antigua actividad artesana.
Así lo atestigua la presencia, de distintas cruces de madera que penden de algunas fachadas, pétreos escudos blasonados, puertas de trazas renacentistas, barrocas, mudéjares otras, intercaladas por numerosas portadas de iglesias y conventos.
En cualquier caso tendrá la sensación que unos ojos le están prestando atención, sin poder descubrirlo nunca.
Y es que en las grandes metrópolis, mantener el anonimato entre la multitud es bastante frecuente, pero de ningún modo en esta ciudad Imperial.
Posiblemente fuese Gustavo Adolfo Bécquer, el que más profundizara en descubrir el misterio que rezuman estos callejones así como las recoletas plazas toledanas . que con la máxima clarividencia fue describiendo en algunas de sus obras, como ” Leyendas “, con diecisiete relatos, cinco de los cuales ambientados en Toledo.