Calor

Publicado el 08 julio 2013 por Carmentxu

Menos mal que ha venido el calor. Por un momento, parecía que el clima también formaba parte de la conspiración, de esa realidad insolente que impide a nuestros políticos que sus palabras se acerquen a los hechos, a los datos objetivos. De no haber llegado a tiempo, habría corrido la voz entre las hordas de turistas que inundan Españistán y de ahí al efecto huida solo habría mediado un paso. Sus paisanos, ávidos también de experiencias y de evasión, habrían también decidido no venir y entonces… pueblos ciudades estarían desiertos, sin fiestas porque no habría nada que celebrar, y vacíos los comercios y tiendas de todo tipo, incluidas las de fruslerías y recuerdos para turistas fáciles de contentar.

Los pasos titubean en el asfalto, imposible acelerar el paso, la opción de la línea recta para llegar al objetivo, una utopía. Si por arte de magia, o de desgracia, desaparecieran de un plumazo todos los turistas que pueblan y sudan en la ciudad, ésta quedaría desierta, silenciosa, sorda, seguramente más fresca… Solo quedarían los restos de una civilización de usar y tirar: el papel de un helado, la botella vacía de plástico, un papel aquí, una bolsa allá. Los que quedaran en ese escenario fantasmal es posible que se sintieran aturdidos, demasiado aire que respirar, demasiado espacio para divagar, dispersarse. Ya sin obstáculos móviles, no habría excusas para llegar tarde, incluso para no llegar, ni para evitar el centro de la ciudad por imposible.

Nuestros políticos ya pueden respirar tranquilos en sus despachos refrescados por el aire acondicionado que expulsa un calor insoportable a la plebe del centro. Bendito calor, que  entretiene a una población sedienta y exhausta porque mientras protestemos por la humedad ambiental, el agobio de lo que parecen manifestaciones hacia El Corte Inglés o Zara, no notaremos el hedor que expulsan los edificios institucionales.