Por primera vez en su historia, Argentina albergaba una competición Sub 20. Y el debut como organizadores no fue demasiado feliz, ya que el que terminó consagrándose campeón fue su archirival, Brasil. Con Diego Simeone como emblema y los goles de Darío Scotto, los dirigidos por Carlos Pachamé debieron conformarse con el último lugar del podio.
El debut en la organización de certámenes juveniles había sido venturoso. En 1985, el país que por aquellos años gobernada Raúl Alfonsín se había hecho cargo del Sub 17 y la Copa quedó en casa. Pero en 1988 la localía no pesó tanto.
Con Israel como equipo invitado –había sido excluido del torneo asiático por razones políticas y vino a jugarse una plaza para Arabia Saudita ’89 a Buenos Aires-, Argentina jugó el torneo con la siguiente formación como base: Roberto Bonano; Alberto Boggio, Claudio Úbeda, Carlos Gastaldi, Arriaga; José Gallego, Diego Simeone, Daniel Hernández, Marcelo Carracedo; Darío Scotto, Ricardo Solbes. Asimismo, alternaban con el once ideal Fernando Batista, Humberto Biazotti y Christian Trapasso.
En el debut, un gol de Scotto le dio la victoria ante Venezuela. Luego vino Israel, y Hernández y Simeone se anotaron en el marcador para cortarse en la punta del grupo A. El 3 a 1 frente a Chile, con tantos de Scotto, Úbeda y Simeone, ratificó el liderazgo y perfilaba a Argentina como serio candidato al título, ya que Brasil venía de caer ante Colombia y ponía en duda su pase a la fase final.
Con otro 2-0, esta vez contra Paraguay, con goles de Biazotti y Trapasso, Argentina cerró la etapa inicial con puntaje ideal, con 10 goles a favor y 1 en contra. Brasil también tuvo un buen cierre, terminó ganando tres de los cuatro partidos que le tocaban en su grupo –tenía un equipo menos-, con 11 tantos a favor y, también, 1 en contra.
La fase final enfrentó a los cuatro mejores, todos contra todos. El que sacaba más puntos, era campeón. Los tres primeros, iban al Mundial. El arranque de la fase final no fue para nada promisorio. Argentina, pese al gol de Scotto, cayó 2 a 1 contra la poderosa Brasil de Assís –quien terminó siendo goleador del torneo, con cinco conversiones-.
El camino al título ya se hacía complicado, por lo cual el principal objetivo pasó a ser clasificar para la competencia ecuménica de Arabia Saudita. Pero la caída 1 a 0 frente a Paraguay pintó un panorama sombrío.
En la última fecha, para lograr la clasificación, Argentina debía ganarle a la sensación del torneo: Colombia. Con Jorge Bermúdez y Oscar Córdoba como emblemas, los cafeteros habían superado a Brasil en la fase inicial y una victoria los ponía a tiro del título sudamericano. Además de superar ese duro escollo, los de Pachamé debían aguardar por una derrota de Paraguay ante Brasil, que se jugaba todo por salir campeón en ese encuentro.
Gracias a los goles del Cholo Simeone y de Biazotti, Argentina cumplió con su parte y Brasil, que se impuso 1 a 0, se quedó con el título. Ya en Arabia Saudita, los dirigidos por Pachamé superaron la fase de grupos angustiosamente, gracias a la diferencia de gol. Irak fue el líder de su grupo. Pero en cuartos de final, Brasil, que había festejado en tierra argentina un año antes, los dejó afuera. La alegría, en Argentina y en Arabia Saudita, fue sólo brasileña.