Las sueltas del Vado provocan el arrastre en avalancha de piedras, ramas y troncos por el cauce del Jarama. Cuando cesa la riada, la maleza queda prendida en los árboles de las orillas, mientras rocas (hasta un sillar tallado hemos visto) y piedras se depositan en el cauce.
A partir de ese momento los limos arrastrados por el escaso caudal del río se van depositando junto a las piedras, creando un pequeño montículo que llega a sobresalir del agua. Semillas oportunistas de plantas acuáticas germinan en estos cerretes, consolidando el limo y creando una pequeña isleta.
Así nacen preciosos jardines en medio del río, que si disponen de tiempo suficiente hasta la próxima suelta, acabarán dividiendo el cauce en brazos. Poco a poco y si las condiciones le favorecen, estas plantas acuáticas pueden llegar a cegar el cauce y desviar el curso del río.
No exageramos; basta seguir el cauce del Jarama unos cientos de metros para comprobarlo. Los alrededores de la riera de Muradiel son un claro ejemplo.
Lar-ami
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