"Cambiar la educación para cambiar el mundo", -Claudio Naranjo-

Por Milcoloresenelviento
Habría que devolverles a los maestros la función propiamente humana de la reeducación interpersonal y la ayuda al desarrollo de las comunidades (funciones apenas esbozadas por la actual noción de una educación de los valores, a pesar de las buenas intenciones que ésta entraña). Y la propuesta de encaminarnos a una educación verdaderamente más relevante para la vida tendría que privilegiar el autoconocimiento, lo que significaría, junto al propósito de una educación para la convivencia feliz, una reeducación importante de los educadores.
 Pues no debemos engañarnos: el autoconocimiento es algo a lo que rendimos homenaje sólo de palabra. Ya que nos consideramos herederos del oráculo de Delfos, de Sócrates y del resto de los filósofos antiguos, todos estamos de acuerdo en que la preocupación exclusiva por el conocimiento del mundo externo en los albores de la filosofía fue superada cuando el hombre, capaz de auto reflexión, empezó a interesarse en el conocimiento de sí mismo. 
Pero, ¿cómo se toma en cuenta este alto ideal del autoconocimiento en la educación que actualmente se ofrece? Ni siquiera cuando se ofrece un ramo designado como “psicología” se trata en realidad de una disciplina de autoconocimiento, sino más bien de la exposición de teorías varias de los conductistas, de la psicología dinámica, el constructivismo y otras escuelas; pero no una psicología viva que ayude a los alumnos a enfrentarse con su realidad. (…) Así como la vida procede sólo de la vida, la conciencia sólo puede ser despertada por la conciencia. Se necesita, por lo tanto, de un tercer elemento entre las ramas del curriculum clásico y de esa educación en los valores que se pretende llevar a cabo a través de las transversalidades: la transformación del educador.