Pedro Sánchez ha asumido todo el protagonismo en la campaña y, lógicamente, toda la culpa de la derrota debe ser suya. Los ciudadanos le han dado una fuerte patada y ahora debe dimitir, el gobierno y de la secretaría general de su partido, al que ha llevado al desastre.
Han sido los ciudadanos y no las grandes instituciones españolas las que han librado a España del monstruo. No ha sido el monarca, ni el Parlamento, ni los jueces, ni las Fuerzas Armadas, ni la universidad, ni la prensa. Desgraciadamente, nadie, salvo el pueblo al votar, ha movido un dedo para cerrar el paso a un tipo que estaba conduciendo a España hasta el abismo.
Para vergüenza del rey, de los magistrados, de diputados y senadores y de tantos periodistas, catedráticos, militares y profesionales acobardados, sólo el pueblo, con sus votos, ha sabido asumir el deber supremo de librar a España del peligro mortal que representaba Sánchez.
Ha sido culpable de tantas barbaridades, abusos e iniquidades que debería ser despojado de los privilegios que España reconoce a los ex presidentes, porque en modo alguno los merece por haber empujado a España hasta el borde de un lago de excrementos: ha elegido socios asesinos, golpistas y promotores del odio, ha elevado a los comunistas hasta el poder, saqueado al país con impuestos abusivos, despilfarro, pérdida internacional de peso y prestigio, sometimiento vergonzante a Marruecos, enemistad con Argelis, cambios legislativos inicuos, apoyo a okupas y enemigos de España, impulso a la corrupción... y un larguísimo etcétera de miserias, suciedades, engaños y traiciones.
La respuesta de si hay un cambio de ciclo en España o solo se trata de una patada a un pésimo presidente, es la siguiente: ha sido una patada en la boca a un miserable, cuyo fracaso ha sido tan grande que ha provocado un cambio de ciclo, probablemente imparable.
Francisco Rubiales