Cambio de oídos: tres discos

Por Bruno
Tres discos me influyeron -alrededor de mis 20 años- para empezar a escuchar música electrónica. Escucharlos fue abrir una puerta a una serie de sonidos,  y sobre todo, a una forma nueva de escuchar. Menos pendiente de la canción y más atento a la generación de climas, paisajes y repeticiones. 
El Big Bang  fue "Recolección vacía", de Daniel Melero (1993). Entre pseudo teorías y su tracklist orientado al Techno Ambient, Melero tiraba varias citas de grupos y solistas por los que estaba influido.
El disco en sí me obsesionó durante un largo tiempo (y literalmente lo gasté en los auriculares, andando por Buenos Aires) pero mejor que eso, funcionó como disparador, como árbol de citas y ramificaciones. Esa música empezó a dialogar con muchas otras, hacia atrás y hacia adelante en la historia del rock. Cambió, definitivamente, mi modo de escuchar.
Por "Recolección vacía" llegué a The Orb, a los que agarré en su segundo disco "U.F. Orb" (1992). Los veía como unos Pink Floyd de los 90, sobre todo por el concepto de banda, de formación grupal (por lo general son más comunes los solistas con nombres fantasma en el rubro electrónica).
A la distancia "U.F. Orb" no es mi disco favorito de ellos (me vuelco más por "Pomme fritz" u "Orblivion") pero éste fue seminal. Recuerdo dejarlo correr a alto volumen, con la casa vacía, a ver qué pasaba.
El tercer disco de esta saga fue "Screamadellica" (1991). Temporalmente llegó antes que "Recolección vacía" y su influencia fue distinta: me ayudó a pensar en las posibilidades que una banda de rock podía alcanzar metiéndose en terrenos hasta entonces "ajenos" como el House, el Ambient o el Dub.
Mucho se ha escrito sobre este disco de los Primal, pero en 1991 era realmente asombroso. Y todavía suena.