Camille – Georges Delerue

Publicado el 08 abril 2015 por Srhelvetica

Abran paso, por favor, que pocas cosas hay más bonitas que “Camille“. La inmortal pieza que compuso Georges Delerue para la banda sonora de la película “Le Mépris”  (estrenada en nuestro país con el título de “El Desprecio”) no está ciertamente dentro de ninguno de los géneros populares que por aquí suelen somarse, pero mi debilidad por el tema es tal, que no me resisto a incluirla en estas páginas.   Hoy toca, por tanto, visita a la no siempre bien ponderada sección de bandas sonoras.

Supongo que alguno habrá al que el nombre de Georges Delerue no le diga nada, así que vamos a ponerle remedio ahora mismo. Fallecido en 1992, el compositor francés fue el firmante de un cuantioso número de scores, en una carrera que se prolongó durante algo más de cuatro décadas. Reivindicarle a estas alturas debería resultar innecesario, pero nunca está de más hacerlo, y más aún si atendemos a la talla de las películas a las que su música acompañaba: las partituras de Delerue estaban en “Jules et Jim”, en “Hiroshima Mon Amour”,  “El Hombre de Río”, “¡Viva María!”, “Julia”, “La Noche Americana”, “Las Dos Inglesas y el Amor”, o “Platoon”… Hasta la banda sonora de (ejem) “Los Gemelos Golpean Dos Veces”  es suya. Como véis en la selección, mucho Truffaut (la asociación entre uno y otro se extendería durante 30 años) y mucha nouvelle vague, pero ojo, que pasada la década de los 60 el hombre también prestó sus servicios a directores no franceses de tanto prestigio como Bertolucci, Oliver Stone, George Cukor, Norman Jewinson, etc.  Vaaaaale, vale, lo dejo ya: estamos todos de acuerdo en que Delerue fue un tipo muy importante  ¿no?. Seguimos entonces.

Le Mépris” se estrenó en París en 1963, y pronto se convirtió en una de las películas más taquilleras de su director, Jean-Luc Godard. Aparquemos de momento las cualidades artísticas de la cinta, que también las tiene, porque la protagonista indiscutible de la película es la presencia animal de la actriz  Brigitte Bardot, por aquel entonces la estrella más famosa del cine europeo, y una de las mujeres más hermosas que jamás hayan puesto un pie en este mundo. Y, ahora sí, lo demás: la película de Godard suponía una reflexión sobre la descomposición de una pareja, al tiempo que realizaba un estético (¡Arquitectos: sale la casa Malaparte!) ejercicio de meta-reflexión sobre la evolución del lenguaje cinematográfico. Pero el germen de la película es el primero de los comentados: el instante preciso en que una mujer siente que ha dejado de amar al hombre que antes quería, y aquel hermoso sentimiento ha mutado en algo dolorosamente cercano al desprecio.

Para aquella historia tan tristemente cotidiana, Godard reclutó los servicios de Delerue, un especialista en imprimir un personal sello trágico (no en vano, se le considera uno de los grandes maestros del adagio) a los fotogramas. Al contrario que en otras cintas posteriores del autor de “À Bout de Souffle, éste utilizó las composiciones de Delerue de una forma más o menos convencional, pero curiosamente es la película de Godard la que ha quedado para la historia como una de sus obras menos recordadas, mientras que consagró a Delerue como el autor de una de las piezas más emotivas grabadas para cine.

El trabajo de Delerue se estructura prácticamente en torno a un mismo tema musical, sobre el que se operan algunas variaciones. De entre todas ellas, sin duda alguna es esta “Theme de Camille” o, simplemente “Camille” la más celebrada, quizá porque recoge como ninguna de ellas la hondura melodramática del motivo principal. La romántica composición de Georges Delerue protagoniza la película en el modo exacto en que el amor entre los personajes ha dado paso al desprecio, su arrebatadora presencia remarca aún más la dolorosa ausencia de cariño entre el hombre y la mujer.  Y con los años (no me extraña), se convertiría en el tema más conocido de su autor, el arquetipo sonoro de su capacidad para crear composiciones de un lirismo exacerbado: curioso, cuanto menos, que en la versión italiana de la película (en aquellos años no sonaría tan extraño como ahora, supongo) la genial banda sonora del francés fuera sustituida por la música de Piero Piccioni, en una clave jazzística situada en sus antípodas sonoras.

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