Caminando en montmartre: entre el encanto y el cliché

Por Pablosolorzano

Ir a MONTMARTRE es inevitable, y también agobiante. Lo primero por que atrae su vieja fama de barrio bohemio, que lo fue; y lo segundo porque es hoy un lugar sin alma, excesivamente comercial y todo, o casi todo, se ha hecho a la medida del gusto homogéneo de las masas de turistas. 
Por las muchas fotos que vi antes de ir a París me esperaba algo de ello así que no fue para nada una decepción. Abundan los clichés y la nueva bohemia de guardarropía, esa que conforman guitarristas callejeros vestidos como modelos y artistas que pintan siempre las mismas vistas de París para encandilar a los visitantes. Pero bueno, de algo hay que vivir, ¿no? Lo que si debo decir es que me sorprendió que toda la turbamulta turística se concentre siempre en las 3 o 4 calles que se ubican alrededor de la basílica de SACRÉ – COEUR y después el resto del barrio sea un lugar plácido y hasta encantador. Y también hay que reconocer que las vistas que se tienen de París desde ahí son una gozada.

Pero vamos por partes. Como teníamos muchas ganas de caminar, como siempre, pensamos en empezar la visita desde la más que famosa MOULIN ROUGE. Puede sonar contradictorio, me quejo de lo excesivamente turístico que es toda esta zona y sin embargo voy a ver los sitios más conocidos que allí hay. Bueno, la curiosidad puede más. Ya que se está allí ¿por qué no dar una ojeada?

Moulin Rouge. París - Francia.

MOULIN ROUGE. París - Francia.

Saliendo de la parada de metro de BLANCHE (línea azul, número 2) el caminante se encontrará, a su derecha, con el molino rojo más famoso de todos. Y frente a él los cientos de turistas que nos colocamos con las cámaras a sacarnos la foto de postín con el molino detrás. Siguen dándose funciones hasta hoy, imagino que también hechos a medida de los gustos de los nuevos tiempos y los nuevos visitantes. En el pasado, ya lo saben, Toulouse – Lautrec inmortalizó los espectáculos de cancán en sus carteles en la que representó a muchas de las bailarinas que allí trabajaban.


En fin, seguimos por el boulevard Clichy, que es donde está ubicado el famoso cabaret, y unos pocos metros más adelante, a nuestra derecha, encontramos la entrada a la Avenida Rachel que te lleva directamente a unos de los cementerios más bonitos que haya visitado: el de Montmartre, obviamente. Esta visita se merece un escrito aparte por lo que lo dejaré para la entrada siguiente en la pondré más fotos. Por ahora les dejo estas imágenes.

Cementerio de Montmartre. París - Francia.

Cementerio de Montmartre. París - Francia.

Cementerio de Montmartre. París - Francia.

Cementerio de Montmartre. París - Francia.

La rue Caulaincourt pasa sobre el cementerio ensombreciéndolo en una parte. Yo no sé como se les ocurrió hace tal estropicio porque la verdad es que le quita encanto a un sitio tan maravilloso. Tomamos esta calle, que es más que nada un puente, hasta la primera esquina de la derecha, la rue Joseph de Maistre, para entrar por allí en lo que sería ya el Montmartre más comercial y famoso.Conforme te vas adentrando en el barrio y te diriges hacia la basílica del SAGRADO CORAZON sientes más y más como se impone la atmosfera comercial. La cantidad de gente va en aumento y también el cansancio porque no hay que olvidar que esta zona de París es una empinada colina cuyo nombre viene del latín “mons martyrium” ya que en el 250 de nuestra era varios mártires religiosos fueron torturados y asesinados en esta área. Por momentos la subida nos hizo recordar a la que lleva al Parque Güell de Barcelona aunque la de Montmartre es más larga y empinada. Es una especie de laberinto por lo que no específico las calles por donde caminamos, solo nos dejamos llevar por la gente pues imaginábamos que todos querían llegar hasta el Sagrado Corazón. Ya se sabe eso de donde va la gente, va Vicente…

Montmartre. París - Francia.

Montmartre. París - Francia.

Montmartre. París - Francia.

Calles como estas hay en todo sitio hiper famoso y turístico que se precie. Me refiero a esas donde lo chic, lo cutre, el desorden, el encanto de souvenir y lo inventado para satisfacer una curiosidad momentánea, se mezclan sin ofensa. El buen olor que exhalan las panaderías se junta con la de las fritangas que un chico prepara en la puerta de un restaurante y la concentración de los pintores de lo previsible convive con los grititos y afectaciones de todos nosotros, turistas ávidos de consumirlo todo. Y encima de todo esto emerge el segundo punto más alto de París, después de la Torre Eiffel: la  cúpula ovoide del Sagrado Corazón que nos quedamos mirando entusiasmados pero solo por unos segundos porque hay que moverse de en medio pues se acerca el trencito turístico (sí, tenía que haber un trencito turístico, cómo no) y nos puede llevar por delante.

Montmartre. París - Francia.

Montmartre. París - Francia.

Montmartre. París - Francia.

Entramos por una bocacalle y vemos a toda la gente sentada en las escalinatas parisinas más famosas disfrutando de una de las vistas más conocidas de la capital gala. Detrás de nosotros la SACRÉ – COEUR se me antoja una gran nave espacial a punto de partir y no un edificio religioso mandado a hacer en agradecimiento al milagro que salvó a Francia de la invasión prusiana.

Basílica del Sagrado Corazón. París - Francia.

Miramos las escalinatas y las terrazas y abajo París se expande como un hermoso delirio infinito. No es difícil imaginar a Amèlie Poulin (hay un tour sobre la película que recorre todo el barrio) corriendo como loca y haciendo trampas para despistar al hombre que ama. Me quedo inventando sueños como Amélie (una nefelibata consumada, como yo) y un grito me despierta. Alguien ha dado el aviso y unos muchachos africanos, que tienen tendida sobre el suelo toda esa mercadería falsa de la que viven en el áspero primer mundo de nuestros sueños, salen corriendo pues la policía se acerca. Todos miramos callados como si fuera un espectáculo coordinado que se observa cómodamente desde las escalinatas. Al final la policía no viene. Quien aparece es un hombre que carga, misteriosamente, una especie de sillón de dentista que tranquilamente abre y coloca sobre unas escalinatas. Luego pone un cartelito en la que se lee MASSAGES. Un par de ingleses, que se han vestido como modelos para venir a sentarse aquí, se ríen y le miran como se debe mirar a un eremita perdido en una fiesta electrónica. A los pocos minutos una rubia se levanta, se acerca al masajista, se ríe, se sienta y recibe unos buenos masajes con París a sus pies.

Montmartre. París - Francia.

Montmartre. París - Francia.


Nos ponemos de pie. Vamos a entrar a la basílica. Cruzamos sus puertas de bronce plagadas de escenas bíblicas y dentro hay una cola que avanza con rapidez. El guardián de la iglesia te mira como debe mirar un celador a un talibán recién llegado a Guantanamo. Te barre de pies a cabeza, ve tu cámara y con ojos inyectados de santo furor te advierte: NO PICTURES. Luego se da cuenta que en algún rincón de la inmensa iglesia un flash se ha disparado y corre raudo dejando la puerta de entrada libre y a muchos visitantes que entran y se pierden el espectáculo de su torva mirada y de su advertencia. El cuidador ha visto a un oriental que toma fotos. Corre, le pone la mano delante de la cámara como hacen los matones cuando no quieren que se fotografíe a su jefe. Le grita cosas en francés y de una pésima manera le quita al asiático la gorra que lleva puesta y que no se ha sacado al entrar en el SAGRADO CORAZON. La reprimenda ha sido grave y altisonante. Al chino casi se le han abierto los ojos como platos por el susto. Este celo por evitar fotos (incluso sin flash) me parece desmesurado y vulgar. En iglesias más impresionantes hemos tomado fotos sin que nadie se ponga como un energúmeno a controlarnos.
Salimos, agobiados de tanto celo y tanto primor turístico, nos vamos a caminar por el barrio de Montmartre. Un poco al azar, aunque ahora que leo más sobre el sitio me he dado cuenta que hay muchos, muchos lugares “secretos” a donde no va la gente.

Detrás de la gran iglesia hay un parque donde había unos vecinos conversando tranquilamente ajenos y lejanos a todo el bullicio que a unas pocas calles lo dominaba todo. Caminamos por la rue de la Bonne y vemos algunos soldados con sus metralletas mirando todo lo que se mueve: hacía poco un fanático terrorista había matado a los chicos de un colegio en Toulouse. Sin detenernos avanzamos y la calle se convierte en la Rue Saint – Vincent y aparece a nuestra izquierda el Clos Montmartre que es el último viñedo parisino que da el único vino del mundo nacido dentro de una gran capital. Unos metros más abajo está Le Lapin Agile  (“El conejo ágil”) una antigua taberna donde se reunían los literatos y que es hoy un club nocturno. Dicen que su fachada sigue siendo la misma desde el siglo XIX. 

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Montmartre. París - Francia.

Montmartre. París - Francia.

Montmartre. París - Francia.


Empezamos el descenso y, siempre guiados por la brújula del azar, aparece el MUSEO DE MONTMARTRE, que posee obras de artistas que vivieron en el barrio como Modigliani; y así mientras más nos alejamos del meollo turístico nos percatamos que Montmartre es un barrio precioso y tranquilo y que creo que lo mejor más que estar en la cima está aquí abajo, en sus callejuelas pequeñas llenas de tiendas de barrio y de pequeñas cafeterías.

Montmartre. París - Francia.

Montmartre. París - Francia.

Montmartre. París - Francia.

Hemos llegado, sin saber cómo, al boulevard de Clichy y nos vamos al metro de Pigalle para regresar al hotel. Lo que no esperábamos era que la boca de esa parada fuera una obra de arte en estilo art noveau que te lleva a los tiempos en que este barrio era por excelencia la zona del arte y la bohemia. Cambian los tiempos, sí que cambian.
Pablo

Parada de metro Pigalle. París .- Francia. Foto de la página http://fineartamerica.com/