Caminar en otoño por el Jardín Inglés de Munich

Por Pablosolorzano
Voy a pecar de poco original. Hasta ahora he escrito, y recomendado, sobre sitios de Munich que son poco concurridos (o al menos eso creo yo) o se suelen dejar al margen cuando se visita esta bella ciudad. Pero ahora toca volver a lo más visitado, a un gran y maravilloso rincón muniqués adonde es inevitable no ir porque está allí, en el corazón de Munich, a unos pasos de los sitios adonde todo dios va: EL JARDIN INGLÉS.
Ya he visitado este sitio y he escrito sobre él (puedes ver aquí esa entrada) cuando me fui a caminar durante un invierno de hace años por el simpático barrio de LEHEL hasta el parque. Pero esta vez quería buscar una zona menos conocida de este gran espacio verde, y creo que lo encontré. Es inevitable no hacerlo, claro, con el tamaño gigante que tiene el parque  siempre hay áreas adonde los turistas no llegan.
Una de las mejores formas de acercarse al JARDÍN INGLÉS es desde mi barrio favorito en Munich: SCHWABING, se puede callejear por allí mirando casas art decó y art noveau que son una verdadera maravilla hasta entrar en los primeros bosquecillos del gran jardín.

Pero otra, y es sobre la que voy escribir aquí, es desde la larga calle RONSENHEIMER que desemboca justo en el río ISAR. Esta es una ruta que debo hacer sí o sí ya que mi hermano vive en esa calle así que mis caminatas hacia el centro de la ciudad van por aquí. Pero ahora propongo un desvío, en vez de cruzar el puente de LUDGWIG mejor hay que torcer a mano derecha y casi inmediatamente el caminante se encontrará con los primeros árboles de lo que se denomina el SÜDTEIL del Jardín Inglés, es decir, algo así como la parte sur, zona adonde no viene casi nunca turista alguno… al menos en otoño e invierno. Y nada más empezar el paseo, metido en un claro del bosque aparece pequeñito pero encantador con su cúpula bulbiforme el NIKOLAIKIRCHE o Iglesia de San Nicolás. Algunas veces me he metido aquí a sentarme a descansar, espantar el frío o simplemente pensar en la acogedora media luz que domina todo su interior.

Luego todo es un maravilloso pasear junto al ISAR, en medio de un ambiente que parece casi dorado por el intenso amarillo de las hojas de los árboles todavía no desnudos al inicio del otoño. Te preguntas, ¿dónde está la gente?, ¿qué hacen los alemanes que no están caminando por aquí?, ¿pasan todo el otoño y el invierno enclaustrados en sus casas? No les culpo, el frío es intenso y no dan ganas ni de asomar la nariz por la ventana, pero, hombre, no todos pueden estar a la misma hora adentro, ¿o es que son organizados hasta para eso?


En fin. Pronto llegas hasta el puente de MAXIMILIANO y allí, a tu derecha, aparece la grandiosa y cóncava fachada del MAXIMILIANEUM, sede del senado bávaro. También he escrito sobre este sitio por si te interesa. Yo continuó di-vagando a través del parque, siguiendo senderos de tierra, haciendo crujir con la suela de la bota esas hojas marchitas que han empezado a caer, oyendo el cantar de algún pajarillo,  tratando de entender cómo es posible que haya tanto silencio en una de las capitales más importantes de Alemania. Soy hijo del ruido, me he amamantado de bocinazos y gritos, el silencio siempre me llama la atención, excúseme el improbable lector. Por fin llego al puente de LUITPOLD y, de nuevo a mi derecha, aparece, en la parte alta de una columna, la silueta triunfante del FRIEDENSENGEL o el Ángel de la Paz. A sus pies, en la peana, unas cariátides miran con firmeza hacia el puente. Este es uno de los típicos rincones donde los muniqueses vienen a despedir el año nuevo entre vino y fuegos artificiales. Hace no mucho celebré aquí una de las mejores noches de año nuevo junto a mis hermanos. Fui desvergonzadamente feliz. Mis recuerdos de fiesta y risas contrastaban ahora con el silencio y la soledad que me acompañaban.



Cruzo el puente de Luitpold y me encamino por la calle PRINZREGENTEN, a la altura del MUSEO NACIONAL BAVARO (ver entrada anterior) me encamino hacia la parte norte del JARDÍN INGLÉS, aquella en la que es ya normal ver gente corriendo, paseando al perro, turistas tomándose el selfie de rigor: es momento de cambiar la tranquilidad por el ajetreo. Así que aquí estamos, en el corazón mismo de uno de los parques interiores más grandes del mundo (ha dejado atrás en tamaño al Central Park de Nueva York y Hyde Park de Londres), y que al año produce 70 toneladas de basura, principalmente por los desperdicios que dejan los visitantes… así que ya sabes viajero.


Me acerco al Monopteros como todo el mundo, subo, miro desde allí el horizonte: las cúpulas de la FRAUENKIRCHE y de otras iglesias más bañadas por un sol que se ha animado a mostrar con timidez su rostro. Detrás del este lugar hay más caminos que serpentean entre los bosques, más lagunillas de aguas mansas y oscuras, con orillas que han devenido lechos de plantas resecas y amarillas.


Llego a la Torre China a cuya sombra medio Munich viene a beberse una buena cerveza, en verano, ahora que es otoño, las bancas están recogidas, los puestos cerrados, y la torre parece el esqueleto sombrío de un animal de otros tiempos sorprendido por el furor de la muerte en medio de un bosque encantado.
Es hora de salir del JARDÍN INGLÉS. Un camino me lleva hasta una calle del barrio de SCHAWBING, por allí me meto, pensativo, añorante, pero contento. Pablo

La ruta que seguí marcado en Google Maps, por si acaso.