Caminar, rezar, y comprar en Israel

Por Javier Cabral

Israel: Caminar, rezar y comprar

Jerusalén: Tiendas en la ciudad vieja

Hay una película (bastante floja) con Julia Robert: Comer, rezar, amar. Si buscáramos un nombre similar para una película sobre una peregrinación a Tierra Santa la podríamos denominar: Caminar, rezar y comprar. En realidad no es sólo eso, también se come muy bien en Israel. Los amantes de las verduras y pescados estarán de parabienes. También hay mucha cultura, mucha historia. Hay de todo un poco.

Barrio árabe en Jerusalén

A Tierra Santa es recomendable ir de peregrinación, si son personas de vida religiosa, con un grupo, acompañado por un sacerdote y de ser posible cuando no haya tanto revuelo entre palestinos e israelitas. Algo fundamental, antes del viaje, es leer los versículos referentes a los distintos lugares a visitar, con el fin de entrar en un clima espiritual y revivir momentos muy especiales de la vida de Jesús.

Jerusalén, ciudad vieja


Entre los peregrinantes es común que se formen tres grupos según los intereses o prioridades de caminar, rezar y comprar.
Si al volver, les preguntamos a uno de los compristas: “¿Qué viste?”, quizás responda: “No sé, pero traje unos rosarios de colores, no recuerdo de dónde, pero… baratísimos.”

Paraíso de los compristas

Existe un cuarto grupo, menor, el de los fotógrafos, van con su bolsa reglamentaria que contiene todo tipo de baterías de repuesto, lentes intercambiables, cables de interconexión, memorias… y hasta trípode. Normalmente no las utilizan, pero lo importante es estar preparados. Andan en busca de la toma perfecta, de ese rayo de sol que ilumine fugazmente un lugar para el click oportuno. Son los que al volver, si uno les pregunta “¿Qué lugares visitaste, qué viste?”, quizás respondan. “No sé, aún no edité mis fotos.” Para ellos la película se llamaría: Caminar, rezar y fotografiar.

Venta callejera en la Puerta de Damasco

Y hablando de comprar, Tierra Santa es un lugar ideal para todo tipo de compras, desde bolsos, íconos de estilo ruso, cerámicas, cruces de todo tipo: con arena, piedritas, agüitas, olivos, etc., rosarios, ropa, joyas… hasta diamantes… todo depende si la tarjeta de crédito aguanta o no. Uno de los momentos cumbres es al subir al bus, donde cada uno despliega lo comprado provocando, las preguntas de rigor: “¿Dónde conseguiste, por cuánto…?”
A la noche al cenar juntos el diálogo puede estar lleno de frases del tipo. “Conseguí unas remeras, cuatro por 50”; “Yo ya llené una memoria de tantos megas con mis fotos”; “La oración de la mañana me llenó completamente….” Es asombroso, cada uno habla de lo suyo y… todos felices.

Shopping Mamilla, en la zona judía, Jerusalén

Quizás otra forma de clasificar, más en serio, sería: Espiritualidad, cultura, compras y fotografías donde el orden de importancia varía para cada uno. Así, es normal que cuando el guía explique la historia de un lugar, algunos escuchen atentamente, otros saquen fotos de los alrededores, otros se separen un poco para rezar y otros estén regateando en los puestos callejeros.