"¿Conoce usted las ruinas de Rupac?" Le pregunté al chofer del auto que nos conducía de regreso a Huaral, un amable señor, natural de la zona. "No joven, nunca he subido" me respondió después de pensárselo un poco. Esta respuesta me pareció reflejar, a pequeña escala, uno de los grandes problemas de mi país: no queremos conocer (¿o no podemos?) ni saber, ni valorar aquello que tenemos por más que lo que nos pertenezca sea grandioso y esté muy cerca de nosotros. Puede sonar a cliché pero ¿Cómo amar lo que no se conoce?
DE PUEBLOS FANTASMAS Y OTRAS HISTORIAS
El sitio arqueológico de Rupac (del aymara Lupac, que significa llamarada roja) está situado en las serranías de la provincia de Huaral, sobre los 3,400 m.s.n.m. y fue construido por la etnia de los Atavillos, sociedad guerrera que emergió al eclipsarse el imperio Wari y que luego fueron conquistados por las huestes incas de Tupac Inca Yupanqui.
Hacia este lugar nos dirigimos con un grupo de amigos de la facultad a comprobar in situ todas aquellas maravillas que de ella se hablaban. Tomamos los buses de la empresa Turismo Huaral que está en las cercanías de la plaza de toros (Plaza de Acho) de Lima y por 5 soles el pasaje nos dirigimos hacia el norte.
Dejamos Lima y todo su bullicio para luego pasar por el tan temido y famoso Pasamayo hasta las deliciosas playas de Chancay. Luego de unos minutos arribamos a Huaral, una ciudad eminentemente comercial. Aquí tomamos los colectivos (station wagon) de la empresa Empresa Los Atavillos que por 90 soles (ida y vuelta) nos llevarían directamente hasta PAMPAS. Considerar que si vas por tu cuenta también encontrarás los mismos coches, nosotros alquilamos 6 coches y pagándolo ente todos nos salió más barato.
Así, nos adentramos en las sierras limeñas, ascendiendo por el valle del río Chancay y solazando nuestros ojos con las espectaculares vistas que la naturaleza de estos sitios nos prodigaba. Hicimos una corta pero fructífera parada en el pueblo de LA FLORIDA, desde donde también se puede iniciar la caminata, previo pago de la entrada (5 soles, te dan ticket), hacia el sitio arqueológico. Aquí puedes encontrar tiendas, restaurantes y con algo de paciencia alguien que te alquile una acémila. Es el último lugar donde puedes conseguir estas cosas antes de subir.
Frente a la pequeña y sencilla plaza del pueblo nos reunimos con las autoridades a intercambiar ideas, preguntarles sobre sus actividades y la afluencia de turistas y de qué modo esto les estaba beneficiando. Les obsequiamos unos volantes que habíamos elaborado para que ellos se los ofrecieran a los visitantes cuando pagaran su entrada ya que es difícil hallar información histórica sobre la ciudadela. Nos ofrecimos a trasladar los letreros que habían hecho para señalizar el camino y aceptaron, luego de despedirnos continuamos viaje . Usualmente los coches llegan hasta LA FLORIDA, pero pagando un extra (que puede ser muy caro si vas solo porque tienes que pagar por todo los asientos vacíos) los coches te llevan hasta PAMPAS. De otro modo, el trek empieza hasta alcanzar el pueblo, 2 a 3 horas después. Si eres de los que tiene problemas con los abismos te recomiendo caminar. Esa porción del camino tiene una difciultad entre media a baja.
PAMPAS, es un bonito pueblo que al igual que LA FLORIDA pertenece a la misma comunidad campesina. Tiene unas vistosas y grandes casonas con anchos balcones que casi parecen colgar en el vacío; estrechas callecitas y una hermosa y bien conservada iglesia. Lo único de lo que carece este poblado es de gente, es por esto que se le conoce como "pueblo fantasma".
Días antes habíamos ido allí con un par de amigos a hacer un reconocimiento del lugar y en medio del atardecer en PAMPAS, encerrados por murallas de neblina sentimos algo que hizo que se nos helara la sangre. Un grito que más parecía un mugido de animal. Como no se veía nada nos quedamos parados tratando de adivinar de dónde provenía el ruido. De pronto en medio de la neblina apareció la silueta de un hombre, patizambo, encorvado como un jorobado. Pudimos entender mejor el sonido que profería: AMIGOOOO, AMIGOOO.
Grande fue el terror cuando observamos que en una mano tenía una hoz y se nos figuró un personaje digno de una película gringa serie B. Cuando aparecieron sus perros y vimos el costal en el que traía hierba nos dimos cuenta que era un campesino. Igual el estupor seguía. Pasó cerca de nosotros, saludando; me di cuenta que estaba totalmente ebrio y que cargaba una botella vacía en la cual seguramente había habido alcohol que es a lo que nuestro personaje olía. Pude adivinar en la niebla su rostro deforme, su andar resquebrajado, su tristeza de años. Han de imaginar que no fue muy lindo tener que encontrarse con un personaje así en un pueblo fantasma lleno de neblina. En fin, sólo cuento esto para que lo tengan en cuenta por si se cruzan con este hombre. Por lo demás cuando fuimos con el grupo no volvió a aparecer.
Frente a la iglesia armamos las carpas e iniciamos el recojo de desperdicios. Nos abrimos paso entre las casas invadidas por la vegetación y el silencio, por lugares donde el tiempo parece inerte y la melancolía casi se acaricia. Encontramos a la señora Felicita Remigio, acompañada de su nieta y de Pitin, su perro, quien amablemente nos dejó ver las grandes papas que había cosechado, nos invitó a regresar en agosto para la fiesta de San Salvador, fecha en que se marca el ganado y Pampas regresa a la vida. "¿No le da miedo quedarse aquí en la noche?" Nos responde que no le tiene miedo a la noche como a la soledad y que por eso ya se regresaba a La Florida a descansar.
En la noche la temperatura desciende bruscamente y todo se cubre de neblina. Decidimos hacer una fogata y ahuyentar el frío. Contemplamos el hermoso cielo serrano, tachonado de refulgentes estrellas y en el cual avistamos más de una fugaz que parecían pasar cerca de nosotros. Era hora de dormir.
LE LLAMAN EL MACHU PICCHU LIMEÑO
El sábado en la mañana levantamos el campamento y colocamos nuestras cosas en las acémilas que los pobladores de LA FLORIDA nos habían alquilado para emprender la subida aunque al principio el camino sea de bajada. Luego de unos minutos se llega a las bonitas cascadas de Huarin Palcamayo, cerca de este punto el camino empieza a ascender.
Los Atavillos construyeron sus ciudades en lugares muy altos para defenderse mejor. Y vaya que sí querían defenderse pues el sitio está bien alto pero las cosas se facilitan gracias al trabajo de mantenimiento del camino que los pobladores han realizado, además el esfuerzo se compensa con los esplendorosos paisajes que se pueden ver en el trayecto.
Pasamos por morrenas, caminos enfangados y hasta tuvimos que arrear vacas, mientras en el cielo dos cóndores nos acompañaban con su majestuoso vuelo. Por fin en Rupac, el más importante centro de los Atavillos, armamos las carpas en una explanada y nos adentramos en los restos. Caminamos maravillados entre estos monumentales edificios cuyo buen estado de conservación nos sorprendió.Las construcciones son increíbles, todas están hechas en piedra, algunos llegan a medir casi diez metros de altura, se me antojaban una especie de espadas clavadas violentamente en la tierra. Algunos le llaman "El Machu Picchu limeño", aunque Rupac sea, posiblemente, el único sitio arqueológico en nuestro país que mantiene sus techos y salientes originales, también de piedra y que pueden casi medir un metro, lo cual hace al lugar único y distinto. Cuentan con almacenes de hasta tres pisos, escaleras de piedra, cuartos subterráneos y chimeneas.
Pudo tener funciones militares, religiosas y, también, administrativas. Indudablemente que el refinamiento arquitectónico de los Atavillos salta a la vista. Vimos una gran cantidad de cráneos, huesos y, cómo, no una buena cantidad de desperdicios que recogimos.
Al atardecer casi llegamos al borde del abismo sobre los que están levantados los restos arqueológicos para ver en el horizonte al sol cansino deshacerse en mil colores que teñían de un rojo encendido el lugar (¿de allí el nombre Rupac?); luego la confusión de no saber dónde acaba la luz y dónde empieza la oscuridad, un celeste suave se perdía en los cerros inmensos por el norte, allí parecía acabarse el mundo, empezar la eternidad.
En la noche la luna nos sorprendió chorreando su luz sobre los restos a los cuales les daba una imagen mágica y enigmática. Con todo este ambiente de magia se duerme casi arrullado.
AHORA AÑAY
El domingo un grupo inició el regreso a Lima, pero otros nos quedamos, aún queríamos más por lo que decidimos seguir camino hasta AÑAY, otro sitio arqueológico que los Atavillos construyeron y que queda a poco más de un día de camino. Aunque llegar ya es un poco más difícil debido a que para AÑAY ya no existe camino hecho sino solo “caminos de herradura”. Subimos por el cerro que se ubica frente a las mismas ruinas de Rupac y después de un duro ascenso llegamos hasta SHIPISCAN, un pequeño lugar de unas cuantas casas donde un poblador nos condujo hasta una explanada donde podíamos pasar la noche para continuar camino.
Acampamos y al día siguiente, lunes, seguimos con la caminata. Por fin, en un descenso continuo, donde no faltaron las resbaladas y caídas llegamos a AÑAY. Si bien el sitio es más pequeño sus construcciones son parecidas a las de RUPAC y hasta parece haber habido aquí un poco más de arrojo al construirlas pues están casi colgadas en el vacío por la cercanía del abismo a las que están expuestas.
Nos animamos a ingresar en algunas de ellas a través de sus pequeñas entradas y ver las ménsulas que habían puesto sobre las paredes para soportar los techos, las escaleras, los grandes arcos, tanto talento arquitectónico, cómo no emocionarse ante esto. Luego empezamos el descenso hacia la comunidad de PALLAC y allí llegamos al atardecer.
Después de un contundente LOMO SALTADO (un plato delicioso y rápido de hacer por lo que es lo primero que se ofrecen en estos pueblitos a los trekkers que llegan cansados y hambrientos) salimos a recorrer el lugar y conocimos a don Glicerio Soto Contreras, entonces Secretario de la Comunidad de Pallac, hombre afable y conversador que nos ofreció los baños públicos del pueblo, limpios, decentes y bien construidos y hasta el local comunal para dormir pero unas amigas se sentían mal y preferían un hotel, cosa que no existe en el pueblo por lo que nos recomendaron ir a la vecina LA PERLA, y allí nos dirigimos ( 3 soles por persona en el station wagon) y nos hospedamos en uno de los varios hoteles (disculpen que no recuerde el nombre) que estaba muy limpio y ordenado aunque los baños no tuvieran puerta, igual, cualquier cosa era buena para descansar.
Al día siguiente tomamos un colectivo desde LA PERLA hasta HUARAL, directo, donde empezó todo, (7 soles aproximadamente) para luego regresar a Lima.Definitivamente fue un buen trek, regresamos cansados pero con el alma llena de imágenes irrepetibles. Anímense a conocer RUPAC.
Saludos y abrazos para todo el mundo.
Pablo
PD: Aquí les dejo algunos fonos que quizá les sirvan si planean caer por allí.
Edgar Ríos (San Miguel) 97178794 3355859, entonces Presidente de los carros de Huaral (La Florida) Empresa Los Atavillos : 90 soles hacia La Florida
Glicerio Soto Contreras Secratrio Comunidad de Pallac 6000323 (de 5 a 8 p.m.)
Rolando Remigio, entonces Presidente de Turismo de la comunidad de La Florida 6000215 8 am 8 pm