Vista de la peña de Francia. Foto: Sara Gordón
El camino une tres pueblos: Casas del Conde, San Martin del Castañar y Sequeros, estos dos últimos conjuntos-históricos. Merece la pena salir del recorrido y visitar las poblaciones ubicadas en la sierra de Francia, provincia de Salamanca.
Imagen de la plaza de San Martín del Castañar. Foto: Sara Gordón
Una ruta que nos invita a ver el paisaje desde el arte, convertir la naturaleza en un museo. El nombre en seguida me transporta a Alicia y a su búsqueda del otro lado del espejo, a sus preguntas curiosas. Como si todo el sendero fuera un reflejo, el otro lado protegido por la realidad que muchas veces no trata a la naturaleza bajo la perspectiva del arte.
La ruta es circular y son nueve kilómetros. Foto: Sara Gordón
Todo el camino está salpicado de obras de arte que de una manera u otra interaccionan con el medio que les rodea. Caminamos bajo la mirada atenta de los mochuelos de ojos huecos que el escultor Pablo Amargo ha realizado. “La lechuza, y especialmente el autillo, tienen un papel en el imaginario colectivo como guardianes de la noche, protegiendo al hombre de los demonios o advirtiéndole si lo ponen en peligro”. Los mochuelos esconden tras sus ojos imaginarios todo el saber del bosque.
Foto: Sara Gordón
Foto: Sara Gordón
De repente en mitad del bosque una puerta abierta obra de Manuel Pérez de Arrilucea. Una puerta que no lleva a ninguna parte, una puerta sin finalidad como mera obra que nos obliga a preguntarnos por el otro lado que ya conocemos, que vemos y sin embargo deja entrever algo fantástico que se nos escapa sin querer.
Foto: Sara Gordón
Fuera de las esculturas pensadas para el camino hallamos unas caras talladas en los árboles por un vecino de Casas del Conde. Me encanta tropezar con estas muestras artísticas desinteresadas fruto de una pasión. Como si cada árbol tuviera personalidad, una cara propia.
Foto: Sara Gordón
Seguimos caminando, esta vez atravesando el bosque que une, a través de un camino empedrado, San Martin del Castañar con Sequeros. Vamos poco a poco subiendo y contemplando los árboles que se retuercen, el camino que se pierde en curvas imposibles y nos muestra más esculturas. A un lado de la senda, sobreviviente al paso del tiempo y recuerdo de un pasado mejor se levanta desafiante una vidriera de la que fue la ermita de Santa Lucía.
Foto: Sara Gordón
Antes de llegar a Sequeros a un lado del camino encontramos una obra denuncia que realmente choca y te obliga a parar, observar y pensar; “A puntadas” obra de Luque López. “La naturaleza muestra su fuerza y también su fragilidad. Respeto y cuidado son fundamentales para un medio cada vez más agredido y dañado. Reparar lo roto. La naturaleza, los bosques son espejos en los que se refleja algo del ser humano: su vulnerabilidad y sus fortalezas desde las limitaciones. ¡Cuidado con el musgo y la hiedra que visten la roca!”
Foto: Sara Gordón
Del mismo autor veremos más adelante otra obra llamada “La casa del árbol”; “Una casa de madera. Un árbol, con sus raíces clavadas en los escombros del antiguo basurero. Un árbol que mira al bosque, elevado desde esta terraza artificial. Una escena que podría ilustrar un cuento. ¿Por qué la casa abraza al árbol? Una casa abierta en diálogo con su entorno. Un lugar para sentarse, jugar y olvidarse del espacio que fue. Un lugar público: la casa y el árbol de todos.”
Foto: Sara Gordón
Termino con una cita que aparece en los carteles del camino que resume perfectamente la sensación con la que recorres el sendero. “La primera mañana que estuve en el bosque percibí que el bosque existía, no necesitaba de mí, ni de ningún ser humano para existir. Y, sin embargo, yo presentía que iba a ser parte de una gran aventura, y aquel bosque era el escenario encantado en el que cualquier cosa podía suceder.” Gonzalo Moure.
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