Sacrificio de los infielesTeresa de Cepeda Dávila y Ahumada nació el 28 de marzo de 1515 en Ávila. Pertenecía a una gran familia descendiente de judíos conversos. Su padre, Alonso Sánchez de Cepeda, ya tenía dos hijos de un primer matrimonio. Casado en segundas nupcias con Beatriz Dávila y Ahumada, tuvo diez hijos más, entre ellos Teresa.
La infancia de la santa transcurrió con cierta tranquilidad, rodeada del cariño y amor de sus padres y hermanos. Aficionada a la lectura de la vida de santos y novelas de caballería, su imaginación y la de su hermano Rodrigo les llevaron a huir de su casa para ir a morir a manos de los infieles para así recibir una gratificación en el cielo. Descubierta la aventura, los dos hermanos continuaron con su intención de vida piadosa construyento pequeños refugios en los que rezaban e intentaban llevar una vida de ermitaños.
La muerte de su madre cuando era una joven de apenas 12 años marcaría la vida de Santa Teresa para siempre. Poco tiempo después ingresó interna en el colegio de las hermanas Agustinas de su Ávila natal hasta que, año y medio después, tuvo que volver a su casa aquejada de una grave enfermedad.
Fuga hacia el conventoEn aquel tiempo, Teresa empezó a sentir en su interior una profunda vocación religiosa y el ferviente deseo de internar como monja en un convento de clausura. Ante la negativa de su padre, la joven no dudó en abandonar su hogar. Era el 2 de noviembre de 1533. El convento escogido fue el de las hermanas carmelitas de la Encarnación, en Ávila, donde profesó como religiosa un año después, cuando estaba a punto de cumplir 20 años.
Los primeros años como religiosa los pasó a caballo entre el convento y su casa familiar debido a una nueva enfermedad. En esta y otras recaídas de su salud, cuenta la santa que se encomendó a San José, quien siempre la protegió y ayudó a sobrellevar todos sus males físicos. No en vano, recordaría a San José en todas sus futuras fundaciones.
Unas carmelitas más estrictasA principios del siglo XVI la clausura no estaba en exceso controlada y los conventos recibían visitas constantes de personas del exterior. Esto y el gran número de religiosas que vivían en los centros religiosos no gustaba a Teresa quien consideraba que la vida de las monjas tenía que transcurrir más alejada de los ruidos del mundo.
Dispuesta entonces a revisar las normas de las carmelitas, se dispuso a fundar en Ávila un monasterio en el que se siguiera de manera estricta la observancia de la orden, poniendo especial hincapié en la pobreza, la soledad y el silencio. Para ello pensó en un grupo de monjas mucho más reducido que las casi 200 religiosas que acostumbraban a ocupar los monasterios.
Así, el 24 de agosto de 1562, Santa Teresa recibía la bula de Pío IV en la que se daba la autorización papal para la fundación del convento de San José. Allí entraron cuatro novicias ante la mirada atenta y escandalizada de la población de Ávila.
A pesar de las críticas y las muchas voces que se levantaron en contra de la nueva orden de las Carmelitas Descalzas, Santa Teresa consiguió en vida fundar alrededor de 20 conventos femeninos extendidos por toda la geografía española.
Con la ayuda de San Juan de la Cruz, se crearon los Carmelitas descalzos.
Éxtasis e InquisiciónEn una Europa católica amenazada por la Reforma Protestante, cualquier expresión de la fe que se alejara mínimamente de la ortodoxia era susceptible de ser acusada de herejía. Santa Teresa no estuvo exenta de críticas, no sólo por la rigidez de su orden sino también por sus experiencias místicas que fueron utilizadas en muchos casos para intentar llevarla a las estrictas manos de la Inquisición.
Lo cierto es que a lo largo de su vida, Santa Teresa tuvo múltiples episodios místicos en los que experimentó el éxtasis y lo que se conoce con la transverberación, una herida en el corazón producida por una espada divina. Parte de sus vivencias místicas fueron inmortalizadas por ella misma en obras como Camino de perfección, Conceptos del amor de Dios o Castillo interior, así como en su propia vida escrita por la santa.
Cuerpo incorruptoSiendo ya una anciana, Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582 en uno de sus muchos viajes a sus fundaciones. Tras varios traslados y disputas, el cuerpo de la santa fue enterrado definitivamente en Alba de Tormes, donde falleció, a excepción de varias partes que fueron distribuidas por distintos conventos y centros religiosos. Cuando en 1670 se exhumó, su cuerpo permanecía incorrupto.
En 1614 fue beatifica por Paulo V para 8 años después ser santificada por Gregorio XV. Junto a Santa Catalina de Siena fue la primera mujer nogmbrada Doctora de la iglesia ya en el siglo XX.
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