
La casa de Silvia estaba en las afueras del pueblo, sobre una ladera de hayas. Brillaba una luz en un ventanal. Pese a todo el tiempo pasado, a todas las cosas terribles, ruinas e indignas de nosotros que hemos hecho, aquellos muros en la noche que cae, y la luz apacible y la galería umbrosa, me siguen pareciendo, al recordarlos, algo misterioso y maravilloso, como si allí hubiese transcurrido mi infancia, al lado de la suya. (P. 16).
Publicado por primera vez en 1959, Camino de sangrefue un hallazgo de Italo Calvino (Santiago de Las Vegas, 1923-Siena, 1985), por aquel entonces editor de Einaudi, que encontró el manuscrito mientras rebuscaba entre los papeles de Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908-Turín, 1950) para publicar sus Cuentos completos. Se trataba de una obra breve que Pavese escribió en 1946, en plena madurez creativa, junto a su amiga Bianca Garufi (Roma, 1918-2006), que también formaba parte de Einaudi. Cuando el libro vio la luz, llamó más la atención por motivos extraliterarios que por su contenido: la relación entre los dos autores y la naturaleza autobiográfica del relato hicieron correr ríos de tinta. Camino de sangre narra la historia de un hombre y una mujer, Giovanni y Silvia, que estuvieron juntos pero ya no lo están. Ahora ella debe regresar a su tierra natal para despedirse de un ser querido, y le pide a Giovanni que la acompañe. Él, que está acostumbrado al carácter esquivo de Silvia, podrá descubrir cómo se forjó su personalidad y qué secretos guarda. Se alternan las voces de ambos personajes, con Pavese detrás de Giovanni, y Garufi, de Silvia.
Bianca Garufi
Garufi, por su parte, desarrolla la figura de Silvia, una mujer joven pero experimentada que regresa al pueblo con dos frentes abiertos. El primero es un recuerdo traumático: hace diez años le ocurrió algo que la impulsó a marcharse de allí. Un trance violento, sucio, que ahora revive en ella y que le hace percibir el hogar como un entorno hostil («Aquí estamos siempre en medio del fuego», p. 48). En particular, se palpa la incomodidad entre Silvia y su madre, una relación complicada, que tiene en el fondo el choque entre tradición y modernidad, entre dos concepciones de la vida: «A mi madre le tenía miedo, pero no me importaba que no me quisiera», p. 34. También está el padrastro de Silvia, a quien ella se refiere como «el abogado». Silvia, en suma, debe enfrentarse al pasado, a la infancia, a sus miedos. El segundo frente es el encaje de Giovanni en este mundo, en su mundo de antes: las dudas sobre cómo será su relación después, o, directamente, si será posible reanudarla. Garufi, que tenía veintiocho años cuando la escribió, compensa la falta de experiencia con intensidad: su escritura es apasionada, descarnada, abunda el léxico sensorial («sentí de pronto un escalofrío», «la sangre me latía intensamente», «sentí frío», p. 17) y, si bien no narra los pasajes esplendorosos de Pavese, convence por la veracidad de su voz, una voz que surge del dolor («Al principio con Giovanni fue bonito. Hacíamos planes. Le decía que no podía enamorarme, pero él hacía planes tan hermosos que a veces incluso pensaba que podrían cumplirse», p. 23).Cesare Pavese