Camino de Santiago, etapa 5: Estella - Los Arcos. Y pasó lo que tenía que pasar

Por Capitan_rabano @pardeguindillas
Distancia: 22 Km. 
Tiempo empleado: 7 horas 
Incidencias: Lluvia, frío, viento, barro y lesión. 
A tener en cuenta: 10 Kilómetros solitarios entre Villamayor de Monjardín y Los Arcos


Imagen obtenida de: 
http://caminodesantiago.consumer.es/etapa-de-estella-lizarra-a-torres-del-rio Dónde alojarse.
Hotel Mónaco.

Hostal Ezequiel.
Pensión Mavi.
Albergue Casa de la abuela.
Albergue de la fuente, casa de Austria.
Albergue Isaac-Santiago.
Dónde comer:
Mesón Gargantúa.

No madrugamos mucho, habíamos dormido bien, la cama era estupenda y el entorno fantástico. Desayunamos en el propio hotel y emprendimos la marcha. Era tarde ¡y no llovía!.
Estábamos lejos del paso del Camino por Estella, por lo que tuvimos que caminar bastante simplemente hasta alcanzar la ruta. Pendiente de Diagnosticar no se encontraba bien, por lo que teníamos que caminar más despacio.
Para salir de Estella hay que subir una gran cuesta justo antes de llegar a Ayegui, que aunque se encuentra físicamente unido a Estella, es un municipio independiente.
A la salida descendemos hacia la fuente del vino y el Monasterio de Irache. En la fuente mana vino, sí, vino y agua… aunque de esto último no estoy muy seguro…
Tras echar un trago, reponer fuerzas y visitar la bodega, reemprendimos la marcha. De momento no llovía, Pendiente de Diagnosticar se encontraba mejor y nuestro ritmo iba subiendo.
En ese momento el Camino presenta dos opciones, nosotros seguimos por la de la derecha, la tradicional, que bordea el Camping de Iratxe e inicia una suave ascensión en un agradable entorno boscoso.
Allí dimos caza a los primeros peregrinos, nuestro ritmo era bueno y remontábamos posiciones, extranjeros claro, los pocos españoles debían haber pasado por allí mucho tiempo antes.
Alcanzamos Azqueta y sin detenernos continuamos hacia Monjardín, como no, ascendiendo un desnivel embarrado y, como no, ¡volvió a llover!.
Estábamos realmente hartos de lluvia y barro.
En Monjardín hicimos una pequeña parada, aunque muy pequeña. Error. Hay que descansar, hacer paradas, lo malo es que era tarde y queríamos correr un poco.
Segundo error, no hay que forzar los ritmos, puedes pagarlo caro.
Allí nos encontramos con una peregrina asiática, lo siento, pero no supe si china, japonesa, coreana… sólo se que estaba sola, desesperada, llorando y lesionada no podía seguir y la ayudamos a buscar un albergue. Lo encontró.
El peligro de esta etapa comienza aquí, doy fe, lo sufrí.
Lo irónico del caso es que es el tramo más llano y fácil que encontramos desde Roncesvalles y no estaba embarrado, el problema es que en ese momento te enfrentas a más de 10 kilómetros solitarios, sin población alguna, en un paisaje hermoso y… solitario.
Y como el tramo era favorable, aceleramos el paso, porque además el cielo amenazaba tormenta y no nos apetecía nada enfrentarnos a ella en campo abierto y con los bastones de trekking y demás parafernalia.
Y fue en ese momento, mientras caminábamos rápido y atrapando a peregrinos, entre ellas las alemanas biónicas, cuando, de repente, sin previo aviso, noté como mi pierna se rasgaba, ¡el interior de mi pierna derecha!, por encima del tobillo y cerca de mis gemelos.
Me detuve, no sentí dolor alguno, sin embargo era consciente de que aquello no era normal, uno no siente todos los días que un músculo se le rasga como una camisa avejentada.
Decidí reemprender la marcha, despacio, poco a poco. Al fin y al cabo sólo faltaban unos cuatro kilómetros para llegar a Los Arcos y concluir la etapa.
No había caminado ni cien metros cuando la sensación se repitió, pero esta vez si sentí dolor. ¡Y mucho!.
Ya no podía casi caminar, mis pasos eran muy cortos, caminaba a una velocidad muy baja y estábamos en medio de la nada.
En esas condiciones caminé aún dos kilómetros más hasta que en una curva del Camino, allí en medio, nos encontramos con John y su autocaravana destartalada y llena de cachivaches que ofrecía café a los peregrinos.
Nos detuvimos a intentar descansar. Yo ya sabía que no me iba a reponer.
John nos contó que coloca su autocarabana en aquellos lugares en los que su experiencia le ha demostrado que puede ser útil, como fue aquella ocasión, en la que al acercarnos al final de la etapa me salvó de un infierno intentando caminar en aquellas condiciones los dos últimos kilómetros.
Dicen que todo peregrino encuentra su milagro en el Camino, supongo que aquel fue el mío. Gracias John.
Al final llegamos a nuestro hostal casi a las cuatro de la tarde. Nos hicimos con nuestra habitación y comimos un bocadillo en el bar de abajo.
Después del descanso había que salir a caminar por la bella localidad. Estaba triste, muy triste, tanto como gris estaba el cielo.
Al día siguiente no íbamos a caminar porque, aprovechando que tengo familia en Logroño, íbamos a pasar el día con mis tíos y primos y mi única esperanza era intentar recuperarme el día siguiente, pero lo veía complicado.
Caminamos por la villa y nos encontramos a nuestros amigos brasileño/portugueses que estaban realmente jodidos, cansados y ateridos, aunque al menos aún podían caminar.

Cenamos en el Mesón Gargantúa, un lugar agradable con una cocina "correcta", sin más. Dos mesas más adelante compartían mantel las alemanas biónicas y la pareja luxemburguesa.
Ahí lo vi claro, no volveríamos a verlos nunca más, al menos no en el Camino.
Y eso me puso aún más triste.