Camino del río desde las puertas del cole

Por Aver Aves @AverAves

Uno de los primeros habitantes del río Henares que nos encontramos nada más llegar a su cauce, el cormorán grande. Sí, un ave marina entre Torrejón y San Fernando.

Javier Rico

Primera visita a Torrejón de Ardoz y, como siempre, primera demostración de que reúne (como cualquier punto urbano de la Comunidad de Madrid) suficientes alicientes pajareros para encantar a sus escolares. Elegimos el “Camino del Río”, una vereda así identificada que, desde las mismas puertas de un cole, conduce hasta el río Henares. El cuaderno de campo no dejó de echar humo nada más comenzar a andar: cogujadas, pardillos, gorriones, cigüeñas, ratoneros, colirrojos, petirrojos…. Y no habíamos llegado al río.

Como en anteriores ocasiones, el interés mostrado por algunos centros escolares de Torrejón de Ardoz hizo que nos cargáramos de telescopios, prismáticos y guías de campo camino de posibles rutas pajareras con que deleitar a peques, jóvenes y mayores. Este municipio madrileño tiene la suerte de que el río Henares bordea su límite meridional; y que algunos de sus colegios e institutos están apenas a media hora de dicho cauce.

En concreto, comenzamos nuestra caminata a las puertas del colegio público Joaquín Blume, desde donde parte el paseo denominado “Camino del Río”. Pero, como siempre, antes de llegar al río, cualquier retazo de biodiversidad urbana, y las aves como avanzadilla, sorprenden desde el kilómetro cero. Sea un pequeño seto o un pinar, los primeros pasos se alegran con el ir y venir de mirlos, carboneros garrapinos, petirrojos, bandos de gorriones y el repentino planeo en el cielo de una cigüeña blanca.

Los residuos y escombros en plena naturaleza ocasionan un grave impacto, pero también sirven para aprender mucho con estas imágenes

Como de todo se aprende en el discurrir por entornos urbanos, el extrarradio que conecta la zona urbana de Torrejón de Ardoz con el río Henares nos deja una mala imagen de escombreras y vertidos de residuos que sirve para hablar de los impactos que ocasionamos en el medio ambiente. Afortunadamente, esta imagen se combina con la de descampados con ribetes esteparios donde bandos de pardillos, además de cogujadas comunes, lavanderas blancas y colirrojos tizones, dan la versión más natural.

Cruzamos la carretera del Castillo y nos ponemos en el soto de Aldovea. Aunque este paraje está dentro de los límites de San Fernando de Henares, tradicionalmente se ha asociado a Torrejón de Ardoz. Aquí se asentó el antiguo Castillo de Aldovea en el siglo XI, hoy reconvertido en palacio tras su reconstrucción en el siglo XVI; y también tuvo lugar uno de los muchos sucesos trágicos de la guerra civil española, con recordatorio para fusilamientos masivos. Por cierto, el cercano barrio del Castillo tiene otro cole pegado a la ruta, el Miguel Hernández.

Primer meandro del río Henares que se divisa nada más salir del entorno urbano de Torrejón de Ardoz

Nada más cruzar la carretera se divisa uno de los meandros que crea el río Henares en este tramo final de su curso, antes de entregar sus aguas al Jarama. Afortunadamente, aún se levanta en sus orillas un frondoso bosque de ribera, protagonizado por álamos blancos, con una orla de tarays en una segunda línea.

Un busardo ratonero chilla y sobrevuela nuestras cabezas dándonos la bienvenida a un espectáculo fluvial al que no son ajenas las aves acuáticas. Como casi siempre, los ánades azulones marcan el paso (nadando), pero a medida que se avanza por una senda que se aleja y se acerca a la orilla, zampullines chicos, cormoranes grandes, fochas comunes, lavanderas cascadeñas y ruiseñores bastardos también tienen su protagonismo.

Las formas retorcidas de los tarays semejan escenas fantasmales

El camino que bordea el río es una gozada, en especial gracias a las formas retorcidas de los troncos de los tarays, que en pleno invierno, con la humedad y el verdor dominando la escena, semejan formas fantasmagóricas realzadas por el musgo. Picos picapinos y pitos reales entre los pájaros carpinteros; y mitos, herrerillos y carboneros entre los páridos, ponen el contrapunto de color y “música” al paisaje.

Y todo sucede dentro de una excursión entre urbana y campestre que se aleja escasos metros de las puertas de casas y centros escolares de los torrejonenses. Una invitación constante a salir, conocer, disfrutar, participar y cuidar de un entorno no solo destinado a los escolares de los coles citados, sino también a los del San Juan Evangelista, Giner de los Ríos y Vicente Aleixandre y a los del instituto Luís de Góngora.

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