“There are no better civilizers than roads” (Lord Roberts) La mayor parte de la población relaciona a Roma con los gladiadores, las legiones, los anfiteatros y las grandes bacanales. Poca será la gente que asocie la palabra “Imperio Romano” a “calzada”, binomio clave si queremos valorar, como se merece, el auge de la mayor potencia que haya conocido Occidente. Ciertamente, los caminos son excelentes civilizadores. Sin caminos no hay comercio eficiente que valga, ni tampoco intercambios culturales. Fueron sus numerosas calzadas las que alzaron en palio al pueblo romano. Su lengua y cultura no se impuso tanto por las armas como por la excelencia de llegar a través de grandes vías. Poner en comunicación es fomentar el intercambio. Cuando dos visiones se nutren, la una a la otra, surge una nueva visión, mucho más perfeccionada, ello es matemática vital y Roma bien lo sabía. Hasta los tiempos recientes, las vías romanas han sido la base de las comunicaciones en España. Ni tan siquiera en tiempos del otro gran imperio europeo, el Español, hubo una red de comunicaciones que le llegara a parangón alguno. Fue con el proceso de “modernización borbónica” del siglo XVIII (punto máximo del arcaísmo hispano) que se inició un nuevo proyecto de construcción de vías de comunicación, a la postre muy defectuoso. El modelo quiso ser, no tanto una expresión mejorada del ingenio romano, sino una copia, defectuosa, del absolutismo francés. El poder único del monarca debía manifestarse en todo lo terreno, incluidas las comunicaciones. Lejos de fomentar la mejora de las carreteras en las zonas más densamente pobladas (Andalucía y Levante) se quiso crear una ciudad hegemónica por encima de todas: Madrid. La herencia de esos tiempos sigue estando presente. Con notables excepciones (véase la primera línea férrea en España: Barcelona-Mataró (capital industrial del textil en aquella época), que sigue siendo una de las únicas que generan beneficios) las mayores inversiones siempre quisieron hacerse en tierra del Poder centrípeto. “Hazañas” como el tren Madrid-Aranjuez (del todo descabellado) se realizaron antes que las comunicaciones entre Sevilla y Cádiz o entre Valencia y Alicante. En vez de seguir criterios económicos, por ende, de optimización, se crearon líneas "tan curiosas" como la Aranjuez-Tembleque (1853) o Aranjuez-Toledo (1858). Gracias a una, por lo demás tardía, industrialización de Cataluña y las Vascongadas, España suspiró, quién lo iba a decir, gracias a la periferia. El eje marítimo "Islas Británicas – Bilbao" y el eje pro-europeo "Barcelona – Pirineos", hizo que España se beneficiara de la existencia de otras vías que no pasaban por Madrid. Las inversiones en estas dos regiones comenzaron a hacerse indispensables, España estaba progresando, poco a poco, pero gracias a aquellas regiones donde habían menos aristócratas y mayor contacto con las nuevas tendencias. La genuina España castellana, de las maravillosas urbes, aún hoy en día, de Medina del Campo, Lerma, Alcázar de San Juan o Medinaceli pasaron de ser las ciudades del Imperio a lugares donde residían unas adineradas casas nobiliarias. Aquellos que se repartieron el Nuevo Mundo a su merced (Alba, Medinaceli, Medina-Sidonia...) no apostaron por una modernización que sí se había producido en otros países. Cataluña, con grandes puertos y mejor tradición comercial, prosperó virtud de la iniciativa privada, la misma que podría haber encumbrado a la bahía de Cádiz o al eje mediterráneo (Alicante-Valencia-Barcelona), de no ser por las “mejores” iniciativas de las clases gobernantes. Nadie hizo patriotismo, pues la política es siempre interés. Cataluña y País Vasco progresaron gracias a unos factores (geográficos, demográficos y sociales) y no por meras ideas idílicas de sabios dirigentes. Madrid tuvo la suerte de formar parte de un proyecto de pasado, ya carcomido por la decadencia hispánica, y poder disfrutar de severas inversiones. Las consecuencias de ello seguimos pasándolas, no por culpa de Madrid, sino por culpa de quienes no supieron ver que Zaragoza estaba bien situada (ahora se está construyendo la mayor plataforma logística de Europa) o que la bahía de Cádiz era fundamental para el tráfico con América y Norte de África. No es de extrañar que esta visión histórico-centralista colaborara a generar una visión, no menos imaginaria y manipuladora, como fueron los nacionalismos periféricos. Los agravios entre unos y otros dejaron al grueso de España en la picota, sin fábricas ni progreso. Para un viajante extranjero, sigue siendo escandaloso que las mejores comunicaciones nacionales no sean las existentes entre Barcelona y Madrid. ¿Se ha preguntado alguien por qué la N-II no es la carretera que recibe mayor inversión? ¿Qué hay de las líneas de mercancías entre Madrid y el corredor del Mediterráneo? Es obvio que la Madrid actual, aún siendo cabeza de Estado un Borbón, ya no es “borbónica”, y que ha caído en la cuna de la modernidad, con grandes multinacionales y amplitud de miras. Sin embargo, sigue siendo peligrosa la desconfianza que se genera desde el centro hacia el exterior: obviando que el progreso es buscar lo más eficiente, y no lo más cómodo o adecuado a unas ideologías imperantes. Se puede, y en mi caso estoy, de acuerdo con varias tesis del centralismo. Nadie se negaría a que El Prado no deba estar en Madrid, o que la final de un hipotético gran acontecimiento deportivo no tenga que ser en la Capital, sin embargo, no podemos dejar de ver que existen ejes de inexcusable fomento. Me refiero al eje mediterráneo, efectivamente, pero también a la mejora en las comunicaciones en la antigua “Vía de la plata” y la reactivación del trinomio: Avilés, Gijón y Oviedo (una de las mayores áreas metropolitanas del país con casi un millón de habitantes). No se puede defender el centralismo en una cuestión y no fomentar que un joven pueda ir a la capital, por poco precio, a ver dónde se invierten los fondos "de todos". Definitivamente, ir a Madrid debiera ser más barato, no generando agravios gratuitos por beneficiar a unos, y no a otros. En conclusión, no debemos mirar los mapas con prejuicios, y sí con criterios de eficiencia. Los caminos siempre han sido progreso y civilización... ¿por qué se creen que los terroristas tienen tanto “empeño” con el AVE al País Vasco? ¿Puede haber algo peor, más “asimilador”, que una rápida conexión con Madrid? No es que los imperios sean progreso, pero sí las comunicaciones que a lo largo de la historia han construido. Si la Unión Europea quiere ser grande... deberá invertir aún más en vías y menos en agricultura. ¡Vivan los caminos y carreteras, sean en piedra o versados por Machado! Sobre las próximas inversiones que realizará el Gobierno en los próximos tiempos: ver estos enlaces:1) Avance de actuaciones contempladas en el Plan Extraordinario de Infraestructuras que se licitarán en 2010. 2) Actuaciones que mejorarán su inversión en 2011.3) La N-II y su paso por el Maresme (inversión que aún se espera que se materialice).
Imágenes:1) Ponte Nomentano - a bridge on the Via Nomentana, Rome 2)Hodler - Tessiner Landschaft - 1893