Campamentos para la protección de tortugas

Por Salvador Aznar @SalvadorAznar
Campamento de Natura 2000 en Boavista
Durante mi último viaje a Cabo Verde, pude compartir algunas jornadas con los promotores y voluntarios de la ong Natura 2000. Una organización, dedicada a la protección y conservación de las tortugas marinas, en las costas de Boavista.Natura 2000 tiene establecidos en esta isla  dos campamentos, ubicados en las playas de Ervatao y Porto Ferreira.En estos campamentos, grupos de voluntarios y especialistas, realizan labores destinadas al estudio y preservación, de las poblaciones de tortugas marinas, que acuden a desovar a las playas de esta isla atlántica.
De especial manera, con la conocida como Tortuga Boba ó caretta caretta, perteneciente a una de las seis especies que habitan el Atlántico y que actualmente, se encuentran en peligro de extinción. Estos curiosos ejemplares de tortugas, pueden llegar a pesar entre 80 y 200 kilos, y aunque la mayoría de su vida se desarrolla en el mar y en las aguas de costas poco profundas Es en las épocas de la puesta de huevos, cuando las hembras de la especie, quedan expuestas a mayores peligros, que contribuyen a su paulatina extinción.

Cartel informativo de Natura 2000, en la playa de Ervato

Mediante los programas de voluntariado, llevados a cabo por la organización de Natura 2000, se ejercen importantes labores de protección y de investigación, para paliar en lo posible, la cada vez más escasa población de crías. Causas, como la cacería furtiva, la contaminación, la subida del nivel del mar y la perdida de hábitat, por las ocupaciones turísticas, contribuyen a esta perdida de ejemplares.

Campos de protección de nidos, frente a las costas de Ervato

Una perdida que sin duda, termina afectando al ecosistema general del planeta, ya que estos ejemplares de tortugas marinas migratorias, juegan un papel muy importante en los ecosistemas marinos

Grupo de voluntarios en el campamento de Porto Ferreira

La visita a los campamentos.
Tras un abrupto recorrido por pistas de tierra y piedra, llegamos al primer campamento de Porto Ferreira, allí junto a las instalaciones que servían para albergar a los voluntarios, se habían instalado un pequeño grupo de militares. El cometido de estos soldados desplazados hasta la lejana playa, era el de proteger la zona de los cazadores furtivos, que habitualmente acaban con las poblaciones de hembras de tortugas

Casetas militares instaladas junto al campamento de Porto Ferreira

Tras dar buena cuenta del plato de arroz con lentejas, que me brindaron en este primer campamento, emprendimos camino hacia el segundo campamento, ubicado en la playa de Ervatao. De nuevo pistas de duro transito, menos mal que María, la vicepresidenta de la organización, demostraba ser buena conocedora del vehículo y del terreno, claro!

María al volante de la pick-up, atravesando una de las escasas pistas adoquinadas de la isla

El campamento de Ervatao, era bastante más grande que el de Porto Ferreira y el paisaje que lo rodeaba, tenía un cierto aire de Oasis, con una zona verde que crecía junto a lo que parecía un pequeño riachuelo. Y en el horizonte destacaban tres esbeltas palmeras, que terminaban por conferirle un encanto de escenario paradisiaco, a la zona.

Instalaciones del campamento de Ervato y palmeras

En el campamento de Ervatao, nos esperaban otro entusiasta grupo de voluntarios, que pronto se prestaron a mostrarme las instalaciones y las zonas de cuidados, para las crías de tortugas, que necesitaban especiales y adicionales cuidados. Este era el lugar en el que iba a pasar mi primera noche en la isla. Así podría acompañar a los voluntarios en las labores nocturnas, de localización de nidos, para proceder a su protección.

Crías de tortugas en observación, antes de soltarlas al océano

Para ir tanteando el terreno, una vez vistas las instalaciones, procedí a realizar una pequeña incursión fotográfica por la zona y a pesar de que los cielos se mostraban bastante grises y plomizos, no quise dejar de intentar hacer unas primeras tomas del paisaje desde lo alto de gigantesca duna, que ya se asemejaba más a una pequeña colina arenosa. Desde allí se divisaba todo el campamento, la playas y las zonas de los palmerales, que tanto me llamaban la atención. Especialmente un grupo en el que tres solitarios ejemplares de esbeltas palmeras, destacaban con su fragil silueta meciendose sobre un oscuro cielo cargado de nubes

Las palmeras de la playa de Ervatao, en Boavista

Mientras caía la tarde, las nubes amenazantes comenzaron a convertirse en negros nubarrones y la lluvia y el viento, no tardó en aparecer. Con este panorama decidí dejar mi incursión fotográfica, con los equipos de voluntarios, que saldrían al encuentro de las tortugas bobas, para el día siguiente. Así que propuse regresar a Sal Rei, la capital de la isla, para terminar de instalarme y organizar mi trabajo de los días siguientes.
Pero la naturaleza imprevisible e indómita, había decidido que esto no iba a ser posible y durante esa misma noche, se dasató un tremendo huracán que acabó por desmantelar media isla de Boa Vista, incluidos los campamentos que escasas horas antes, había estado visitando.

Personal y equipos de voluntarios en la sede de Natura 2000 en Boa Vista

A la mañana siguiente, el personal y los voluntarios que había dejado en sendos campamentos, comenzaron a llegar hasta la sede central que la organización, tiene en la capital de la isla. Los campamentos practicamente habían desaparecido durante la noche, instalaciones, tiendas, zonas de protección de nidos y hasta las tres orgullosas palmeras de Ervatao, que tanto me habían inspirado a mí y a otros fotógrafos que habían visitado con anterioridad la zona. De esta manera tuve el triste privilegio de ser el último que pudo fotografiar a estos tres ejemplares de palmeras, que durante años habian permanecido unidas y desafiantes ante los vientos y las brisas marinas.
Todo había sucumbido ante la fuerza de ese viento huracanado, al que llamaron Fred... Ahora tocaba empezar de nuevo y este equipo de entusiastas amantes de la naturaleza, no escatimaba ningún esfuerzo para levantar y hacer resurgir los campamentos de Porto Ferreira y Ervato. Los campamentos, habían sucumbido ante la tormenta, pero no el espíritu de las personas que los habían creado y que ya estaba haciéndolo de nuevo, sin tiempo para lamentaciones.
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