La Habana, 22 dic (PL) Cuando corren las primeras escenas de la multipremiada película cubana Fresa y chocolate, un antiguo candil colgado en la pared se erige símbolo de la cercanía emocional entre el protagonista y uno de los primeros proyectos de la era revolucionaria: la Campaña de Alfabetización.
El primitivo farol, en manos del joven y muchas veces inexperto alfabetizador, aclaró durante 1961 al angosto camino que lo llevaba hasta la escuelita, y allí también iluminó las horas nocturnas dedicadas a desterrar para siempre la oscura ignorancia del suelo cubano.
La luz de las letras y los números llegó a más de 707 mil habitantes del campo, de pueblos, de ciudades, y en consecuencia el índice de analfabetismo quedó reducido al 3,9 por ciento de la población, el cual incluyó a los impedidos físicos y mentales, a personas de muy avanzada edad y a 25 mil haitianos que no hablaban el idioma español.
En los días de las experiencias pioneras, una banda contrarrevolucionaria asesinó al maestro voluntario Conrado Benítez cuando se dirigía al encuentro de sus alumnos. Desde entonces su nombre representó a las brigadas de alfabetizadores que llegaron a cada resquicio del país.
Al anunciar su fallecimiento, el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, expresó que aún después de muerto el maestro seguiría siendo maestro: "â��es el mártir cuya sangre servirá para que nosotros nos propongamos, doblemente, ganar la batalla que hemos emprendido contra el analfabetismo".
La Campaña de Alfabetización creció con el transcurso de los meses. Ni siquiera los aires de guerra vividos en abril con la invasión mercenaria a Playa Girón pudieron detenerla, pues la victoria de la tropas cubanas en menos de 72 horas garantizó la continuidad de los planes transformadores.
La bandera de la alfabetización completada ondeó por primera vez el 5 de noviembre en Melena del Sur, territorio de la actual provincia de Mayabeque. Le siguieron San Antonio de las Vegas, Santa María del Rosario y Marianao en el occidente cubano, además de Fomento, hacia el centro, y Mayarí, en el oriente.
En los últimos días de la campaña, los maestros que terminaban sus labores vinieron para La Habana y miles de capitalinos abrieron las puertas de sus casas para hospedarlos. Se celebró entonces la Semana del Brigadista, la cual culminó el 22 de diciembre con la proclamación de Cuba como territorio libre de analfabetismo.
Tempestuoso por su intensidad y épico por su trascendencia, concluyó ese primer proceso socializador de cultura al que se entregaron más de 300 mil participantes entre maestros y organizadores, y en el que también perdieron la vida los profesores Manuel Ascunce Doménech y Delfín San Cedré, además del campesino Pedro Lantigua.
Luego han venido otros proyectos para continuar iluminando el camino de los habitantes de la isla caribeña y también de los residentes en otros lugares del mundo.
Hijo de la campaña de 1961, el método cubano de alfabetización Yo, sí puedo ha sido empleado para alfabetizar a más de 3,5 millones de personas en alrededor de 30 países.
Cualquier joven de los que hoy caminan por las calles cubanas tiene un abuelo o una tía brigadistas, y la huella de esa generación de alfabetizadores sostiene una certeza: aunque ya no se requieran candiles a causa del avance tecnológico, lo que sigue siendo necesario para el ser humano es la luz emancipadora del conocimiento.
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