Campanadas a lo francés

Publicado el 30 diciembre 2010 por Cosechadel66

No, este año no voy a seguir las campanadas en París ni voy a tomar uvas francesas. Voy a seguir las campanadas de la Puerta del Sol, como la mayoría de los españoles. Cómo no hacerlo, si además de tradiciones varias, el Reloj en cuestión es un Cosechadel66. Del XIX, pero 66 al fin y al cabo. Un 19 de noviembre de 1866 comenzó a funcionar, así que ese fue el primer año que despidió.

No, lo de francés viene porque las dos leyendas más conocidas del edificio que corona mi tocayo tienen como protagonistas a los franceses. A un arquitecto y a un capitán de infantería. Del primero, sabemos el nombre, Jaime Marquet. Se trata del responsable de la obra. Podríamos pensar que era un personaje querido por los madrileños de la época, pero nos equivocaríamos. Era más bien todo lo contrario. ¿La razón? El edificio iba a ser construido inicialmente por el amigo Ventura Rodríguez (sí, el de la Estación de Metro), que era algo así como el arquitecto oficial de la Corte. Pero, cosas de cambio de coronas y de funciones, el asunto cambio de manos, y el edificio de arquitecto. Así que el francés comenzó a construir el edificio que hoy conocemos. Bueno, en realidad él no, más bien los obreros bajo su mando. Lo de haber quitado a Ventura no sentó nada bien a nadie que no fuera el francés, por lo que parece, y corre la leyenda de que un espectro se le apareció a los obreros del edificio. Vino a decirles que al tipo de arriba no le parecía nada bien que un francés le hubiera quitado el curro a un cristianísimo madrileño como el Sr. Rodríguez, y que, por lo tanto, las obras quedaban malditas a partir de aquel instante. Ahora la cosa se quedaría para un anuncio de Nespresso con Malkovich, pero en el siglo XVIII esas cosas se tomaban de peor café, y nunca mejor dicho. Así que la consecuencia fue que los obreros dijeron que de currar, ná de ná, hasta que se pusiera solución al asunto. Y como Madrid es España, y España es como es, pues la solución fue meter un cura en nómina de la obra. El edificio se terminó, con lo cual parece que el canónico en cuestión se ganó las lentejas. Eso sí, sudar, lo que se dice sudar, no sudaría mucho.

Al segundo francés le tenemos bastante más desubicado. Lo único que sabemos de él es que era un capitán gabacho que huía como perro apaleado junto con 24 compatriotas delante del pueblo de Madrid. Este último bastante cabreadillo por una ocupación napoleónica de nada. Los 25 hijos de Francia se refugian en el Edificio, aunque no sabemos si la decisión tuvo que ver con que era precisamente obra de un francés. Imagino que no. Tener a un grupo de madrileños cabreados detrás no creo que sea ayuda para la reflexión arquitectónica. Sólo hay que estar en un atasco para saberlo. En las horas sucesivas las cosas se pusieron feas para los atrincherados, y poco a poco, y por donde pudieron, los 24 soldados fueron saliendo. Por una pequeña operación de suma, los de fuera dedujeron que el Capitán estaba aún dentro. Se recorrió el edificio de arriba abajo, pero ni rastro. Tan sólo quedaba por explorar la torre del Reloj. Y eso hicieron. ¿Y que encontraron? Un ratón. Como eran de Madrid, y reconocer un error a veces, como que nos cuesta, (también es verdad que tenemos pocos )., no se les ocurrió pensar que le habían dejado escapar, no. Prefirieron pensar que el francés había hecho un pacto con el Diablo y este le había convertido en roedor. De todo el mundo es conocido que el Diablo habla Francés. Y en aquellos años, además, era bajito, se metía la mano en la chaqueta y tenía nombre de Coñac carísimo.

Así que este año, ver las campanadas tendrá para mí cierto sabor francés, y recordaré a aquellos dos gabachos que, quieran o no, ya tienen un pequeño hueco para mí en la historia de esta ciudad de ratones, curas y leyendas.

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